Infancia Clandestina, la ópera prima de Benjamín Ávila camino al Oscar
Existen numerosas películas que han intentado relatar distintos puntos de vistas sobre la época del proceso militar argentino. En el caso particular de Infancia Clandestina (2011) presenta un punto de vista atento y singular sobre dicha época.
La opera prima de Benjamín Ávila de cierta forma autorreferencial, cuenta la historia de una familia de militantes montoneros que regresa de Cuba a Buenos Aires en 1979 para lanzarse en la denominada “Contraofensiva Montonera”, contado desde el punto de vista de un preadolescente bastante maduro por su corta edad llamado Juan alias Ernesto (Teo Gutiérrez Romero).
Desde el inicio del film y a través del uso del formato de la animación casi novelística gráfica, cuenta los motivos por el cual la familia compuesta por Cristina alias Charo (Natalia Oreiro), Horacio alias Daniel (Cesar Troncoso) y su hijo Juan alias Ernesto tuvieron que exiliarse a Cuba en 1975, luego de sufrir un ataque en la puerta de su casa. Pasan 4 años y deciden regresar a la Argentina tomando la identidad de otras personas para lanzarse de lleno a la ya mencionada “Contraofensiva Montonera”.
Infancia Clandestina es la película que representará a la Argentina como precandidata a los Oscar 2013 en la categoría de Mejor Película Extranjera. Una decisión acertada por mi parte, ya que reúne cuatro factores imprescindibles para su valor fílmico:
Estéticamente la película es interesantemente lograda ya que propone diversos métodos para narrar un relato, y se nota que existe una propuesta estética en su concepción del diseño de imagen y sonido. Por ejemplo, el ya mencionado uso de la animación, que en el caso de este film se utiliza como recurso para retratar los momentos más violentos y tensos; y en vez de ser gráficos que fácilmente puede caer en cierta banalidad amarillista, los sucesos mas violentos son contados como una novela gráfica o comic.
Al espectador le sugiere una sensación de incertidumbre aún mayor resultando en una violencia psicológica aun más atroz. Por otro lado, el uso de la cámara es siempre omnipresente: no abusa de planos generales, sino que utiliza en la mayoría planos cercanos y encuadres reducidos, y eso genera al espectador como si la cámara funcionase como testigo invisible de las acciones dramáticas. Se nota en cada detalle de plano; que la cámara suma una resignificación más al cuadro. La lente funciona como otro punto de referencia de la historia.
La sensación de que la película es basada en hechos reales se nota en cada encuadre con su tono sobrio, hasta intimista en todo momento. La cámara no intenta desviar la atención de la escena y obliga al espectador a acompañar al personaje de Juan alias Ernesto. Por otro lado la fotografía a cargo de Iván Gierasinchuk es interesante ya que decide realzar muchas escenas dramáticas con un destello de una pequeña luz verde, dándole una estética visual particular a la cinta.
También hay una pronunciada utilización de la elipsis para marcar los pasajes de tiempo siendo acompañado por la banda musical diegética a veces on-screen u off-screen. Por ejemplo; cuando Natalia Oreiro canta “Sueños de Juventud” del gran Enrique Santos Discépolo y relata la secuencia de imágenes de una manera muy tierna la dinámica de la vida familiar de Juan/Ernesto y sus amigos.
La dirección de actores es sublime; no hay nada forzado o sobreactuado como generalmente sucede en la mayoría de las películas argentinas. Las actuaciones por parte de los ya mencionados y especialmente por parte Ernesto Alterio, hijo del gran Héctor Alterio (La Historia Oficial) al personificar al Tío Beto es una grata sorpresa. El personaje es el más entretenido de los demás; un personaje complejo para realizar ya que el actor debe transmitir ternura, idealismo y militancia política en todo momento. Es el personaje que sirve como balance en una familia atormentada por el eminente peligro de ser descubiertos, como así también el personaje que reúne a los padres de Juan/Ernesto con su abuela Amalia (Cristina Benegas) quién teme en todo momento por la vida de sus nietos y que no apoya las ideas políticas de su hija y su nuero.
Por otro lado, el Tío Beto enseña cómo ser hombre a Juan/Ernesto y también cómo debe protegerse de terceros para no ser atrapado. Le enseña cuándo debe su sobrino pelear por
un ideal y cuando mejor no actuar para no quedar indefenso ante una sociedad cómplice del proceso. Lo más hermoso del personaje de Ernesto Alterio es que es el único de la familia que intenta proteger la infancia de su sobrino; al recordar que es un niño y que como tal debe experimentar como cualquier niño el juego, el amor, los cumpleaños, cualquier cosa que no empañe su inocencia.
Políticamente la película es representativa de los intereses del gobierno argentino de recuperar la memoria de la historia más oscura de la Argentina. Es importante remarcar que una de las luchas más acertadas por parte del gobierno actual fue recuperar por ejemplo el ESMA como espacio de memoria en el año 2004 durante el gobierno del fallecido presidente Dr. Néstor Kirchner y por otro lado su lucha continua por la defensa de derechos humanos y los juicios masivos de crímenes de lesa humanidad por parte de la actual presidenta Dra. Cristina Fernández de Kirchner.
Por último, tener al premiado director de La Historia Oficial (1985) -Luis Puenzo, quién ganó el primer Oscar para la Argentina- como productor del film le da un crédito mayor para los circuitos internacionales y específicamente para el estadounidense un voto de confianza para que tenga concretas oportunidades en ser votada y seleccionada como candidata a Mejor Película Extranjera el próximo 10 de enero de 2013.
Quisiera destacar que tuve la oportunidad de entrevistar a Benjamín Ávila, y lo que rescato más de nuestra charla fue que me encontré con un realizador muy agradecido por sus pares por el reconocimiento que le dieron al film; por el compromiso de sus actores hacia él, hacia su opera prima; dónde reivindica el registro actoral de Ernesto Alterio en la miniserie Vientos de Agua (2006 – Juan José Campanella) y de Natalia Oreiro por su trabajo en la película Francia (2009 – Adrián Caetano).
Ávila me explicó que aunque estén “corridos de su tono habitual”, el despliegue actoral de ambos en su película resulta de un gran compromiso, sea por sus historias personales pero también por sus trabajos anteriores como así me lo recuerda ejemplificando una nota de Oreiro al afirmar que “la película la modificó completamente y ya no va a ser la misma que era antes de hacerla”.
Por otro lado, Avila contó que viene “estructurando el guión de Infancia Clandestina desde 1995 y haciendo revisiones a partir del 2005. Luego de su documental Nietos (Identidad y Memorial – 2004) e Infancia Clandestina, su próximo proyecto sería una miniserie al cual se encuentra actualmente adaptando la novela que recorrería 30 años desde otro punto de vista
sobre la temática.”