Inferno

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

La trama secreta del pasado

Langdom, un investigador de iconografía y simbología religiosa, vuelve a estar en medio de una intriga de alcance planetario.

"Inferno" repite la estructura de las dos partes anteriores basadas en las novelas de Dan Brown. Esa inicial falta de sorpresa para quien haya visto "El código Da Vinci" y "Angeles y demonios", seguramente no la experimentarán aquellos que no conozcan el personaje del profesor Robert Lagdom, interpretado por Tom Hanks. Langdom, un investigador de iconografía y simbología religiosa, vuelve a estar en medio de una intriga de alcance planetario. Más precisamente, este héroe de acción atípico que no da trompadas ni protagoniza persecuciones a toda velocidad, tiene que detener el plan extravagante de un millonario que quiere salvar el planeta con un singular método: aniquilando a la casi totalidad de la población con una pandemia.

Por más que parezca disparatado, la intriga funciona con la lógica propia de las convenciones de este tipo de ficción. El plan tiene sus detalles y es que las buenas intenciones de Langdom chocarán contra las malas de los villanos que quieren vender al mejor postor el virus mortal. Hasta allí el filme avanza a fuerza deducciones brillantes, acertijos escondidos en ilustraciones del Renacimiento y tomas generosas de Florencia, Venecia y Estambul. Pero cuando Lagdom, también un experto en historia, desconoce qué función cumplía la Basílica Cisterna de Estambul, o cuando la película, generosa en explicaciones, no aclara cuál es el rédito de los malvados de turno que presumiblemente también podrían morir en la pandemia, la intriga se diluye, aunque la acción se extiende hasta el último minuto.