A través de sus películas de ficción, Fernando Spiner tiene la capacidad de tomar géneros populares -mayormente explotados en el exterior- para darles una impronta muy suya, más cercana a la idiosincrasia argentina, pero sin dejar de ser universal. Sobre todo, cuando se trata de ciencia ficción: en La sonámbula planteó un futuro distópico; en Adiós, querida Luna mostró los avatares de una misión espacial, y en Inmortal se mete con el mundo de las dimensiones paralelas.
La fotógrafa Ana Lauzer (Belén Blanco) viaja de Roma a Buenos Aires para tramitar la herencia de su padre (Patricio Contreras), que acaba de morir. ¿Pero murió realmente? Primero lo ve en la calle, como si nada, aunque no logra acercarse a él. Entonces se le revela la verdad: el doctor Benedetti (Daniel Fanego), otrora amigo del hombre, le revela que había escapado momentáneamente del lugar en el que yace ahora: Leteo, una ciudad parecida al mundo real (calles, edificios, bares), pero en donde los difuntos pueden seguir viviendo. Allí Ana se reencuentra con el padre, al menos por un rato cada día, y también conoce a Víctor (Diego Velázquez), un residente con el que entabla amistad. Pronto descubrirá una serie de cuestiones que pondrán en peligro a Leteo, a Víctor y a ella misma.
Como en La sonámbula, Spiner toma como inspiración menos la ciencia ficción y fantasía hollywoodense y más la que cultivaron desde la literatura Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y, especialmente, Adolfo Bioy Casares y su novela La invención de Morel. Incluso los “muertos” de Leteo por momento son como hologramas, casi como los que anticipó el autor. Sin embargo, el director evita aferrarse al homenaje, a la cita fácil, y sabe darle una identidad propia al film.
Spiner también acierta a la hora de crear Leteo y de los contrastes con la vida real: allá no hay disturbios, no hay problemas, ni siquiera hay tránsito porque los autos aún están en vías de ser habilitados para funcionar. Además, moran muy pocos habitantes. De hecho, aquella dimensión todavía está en proceso de armado. Y todo es de una tonalidad amarillenta, como producto de un soleado perpetuo. Pero los habitantes no la pasan de maravillas: el padre de Ana manifiesta cuánto extraña lo que antes odiaba, como el ruido de la ciudad.
Belén Blanco sabe llevar adelante la película y nos recuerda por qué debería tener más protagónicos en cine. Daniel Fanego compone a un científico al estilo del que hizo en la telenovela Resistiré, y vuelve a demostrar que con su sola presencia le suma a una producción. Analía Couceyro interpreta a una enigmática mujer que trabaja con Benedetti, mientras que Diego Velázquez brinda una nueva actuación sólida, que no requiere de exageraciones para resultar convincente.
Aun cuando le falta la contundencia de La sonámbula y el desparpajo de Adiós, querida Luna, Inmortal es una nueva y sólida prueba de que Fernando Spiner ama la ciencia ficción y sabe cómo reinterpretar los tópicos más clásicos.