Terrores nocturnos
En esencia tenemos ante nosotros otro film fallido que en el mercado estadounidense salió como un “directo a DVD” y que en términos prácticos promete más de lo que cumple: de hecho, Invasión a la Privacidad (The Resident, 2011) es un caso bastante singular porque viene de los escombros de la alguna vez maravillosa factoría Hammer y como si fuera poco cuenta con la “producción ejecutiva” de la estrella de turno, nada menos que Hilary Swank. Buscando desesperadamente la típica armazón del thriller voyerista, la película cae en todos los estereotipos del subgénero sin jamás superar el nivel mínimo de suspenso y erotismo.
Si bien los primeros minutos plantean correctamente el contexto, pronto el desarrollo deriva en el mismo derrotero de siempre: la joven doctora Juliet Devereau (Swank) se muda a un espacioso loft en Brooklyn después de pelearse con su novio Jack (Lee Pace), ingratos cuernos de por medio. Así la señorita entabla una suerte de amistad con el propietario, el afable Max (Jeffrey Dean Morgan), que se transforma en un “revolcón y hasta luego” debido a que no puede quitarse de la mente a su anterior pareja. Aquí es cuando la trama vira hacia la obsesión de Max y el cambio de rumbo se siente forzado y por demás gratuito.
Lo curioso es que el guión omite explicar las compulsiones involucradas y casi de inmediato se pierde en un hilarante catálogo de tomas de Swank bañándose: si la idea era montar un exploitation softcore con inquietudes a la Psicosis (Psycho, 1960), el resultado es negativo ya que el tono de los desnudos es inocuo. También se podría considerar al producto como un vehículo de lucimiento para la actriz orientado a reafirmar su feminidad, recordemos que la norteamericana se hizo conocida con Los Muchachos No Lloran (Boys Don´t Cry, 1999) y popular con Million Dollar Baby (2004), dos papeles muy masculinos.
A decir verdad el que sorprende es Morgan, un intérprete que -en un exceso de sinceridad- ni siquiera se molesta en modificar sus facciones en el trayecto que va desde el “hombre común” al “acosador sexual”. Estos terrores nocturnos materializados no pasan de una mixtura de Durmiendo con el Enemigo (Sleeping with the Enemy, 1991) y Mujer Soltera Busca (Single White Female, 1992): pese a que la fotografía de Guillermo Navarro y la participación de Christopher Lee son admirables, el convite naufraga por la inoperancia del realizador Antti Jokinen y su incapacidad para exprimir una puesta en escena auspiciosa.