La película deportiva y el drama testimonial se mezclan en el nuevo opus del gran Clint Eastwood. Aquí más que el trabajo de los actores sobresale el tono entre ascético y cauto de un relato muy ambicioso desde el punto de vista conceptual (fin del apartheid, proceso de “reconciliación”, despegue democrático, etc.). En sí Nelson Mandela en la Copa Mundial de Rugby de 1995 se limitó a reunirse con el Capitán del equipo local, encomendar una gira recreativa por Sudáfrica y finalmente desearles “buena suerte” antes del choque inicial: sólo un cineasta de este calibre podría sacarle provecho a una “intervención” tan escueta. La secuencia del primer encuentro entre los guardaespaldas blancos y negros es extraordinaria, un verdadero logro. En conjunto quizás el film no está entre lo mejor del norteamericano pero desde ya que vale la pena por esa inconfundible maestría narrativa...