Invictus

Crítica de Tomás Sala - Sala de Cine

La conquista del honor

El señor Eastwood tiene una constancia, una solidez y una conducta, para con su cine, intachables.
Un director que asciende a los ochenta años (n. 1930) pero que filma con el vigor y el ímpetu de un cuarentón, o el de una joven promesa.
Un artista que en los últimos cuatro años se despachó con dos dípticos (en 2006, La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima; en 2009, El sustituto y Gran Torino), y que en el corriente año se pone al día con su postergado proyecto de la biopic sobre Nelson Mandela.
Mucha agua corrió bajo el puente y, de hecho, Invictus, cuyo título original era El factor humano, no es precisamente la biografía de Mandela. Es la adaptación de una novela "deportiva e histórica" en relación al mundial de rugby de 1995, que atravesó a Sudáfrica y que le valió una jugada política "de película" a Mandela, de la que salió airoso.
Hablar de Morgan Freeman como Mandela es referirse a un rol que de antaño se le ha asignado (en el imaginario popular, y en reiterados rumores y proyectos) a este noble actor, por su condición física y parecido, y por sus propias ambiciones, y nuestras ganas como espectadores de verlo encarnar al ex presidente sudafricano y Premio Nobel de la Paz.
Eastwood dijo hace unos días algo muy cierto: "el que vaya a ver Invictus pensando en un film sobre el rugby, se decepcionará". Palabras más, palabras menos, dejó en claro que el film no es el típico relato sobre un gran partido o campeonato, de esos que han poblado la historia del cine de los E.E.U.U. Esta es la historia de cómo un presidente, en su flamante cargo, desafía a su propio pueblo, a sus admiradores y seguidores, y sorprende a sus detractores, y a los que debieran ser sus "enemigos", llevando a cabo el plan de hacer resurgir el equipo de rugby histórico de Sudáfrica, aunque su imagen recuerde a otra Sudáfrica, racista y discriminadora, parcial y elitista, alejada del margen popular, de la nueva masa, de los pobres y excluídos, ahora con voz y voto. Motivos más que interesantes para ser adaptados a la gran pantalla.
Uno de los méritos de Eastwood, presentes en un dramón como Million Dollar Baby, o en la anterior Gran Torino, por caso, es su habilidad para narrar en contextos dramáticos, situaciones simpáticas y hasta histriónicas, e Invictus no es la excepción. Desde el grupo de guardaespladas enfrentado en dos bandos, pasando por la asistente de Mandela, o algunas situaciones entre los deportistas en los entrenamientos, todas escenas trascendentales, pero necesarias, logradas, que amenizan y hacen de éste film un espectáculo sobrio e intenso, con la tensión justa en los momentos necesarios, y la calidez reinante, gracias a la entrega de Freeman, en una labor única e irrepetible. Se lo ve cómodo, seguro, creíble, demasiado pacífico y espiritual. Tal vez sea un Mandela muy idealizado, pero dentro del film el comedido sale bien. Y Matt Damon, en un marcado rol secundario, cumple con corrección su rol, pero no es merecedor de una nominación al Oscar, del mismo modo que Freeman no merece ser olvidado por la Academia, y así será.
¿Es el mejor Eastwood del último lustro? No, sus dos films anteriores calan hondo en el espectador, forman parte del melodrama al que tanto rigor y autoridad les implementó Clint. Con todo, Invictus es una interesante película, de 135 minutos que no pesan, de acción y emoción, de digno cine.
Por lo tanto, Clint sigue invictus. Queremos ver qué sigue en tu filmografía Clint.