La privatización de la paz mundial
Apenas dos años después de su primera aventura, regresa el multimillonario inventor en la dinámica Iron Man 2 (2010). Conservando el mismo equipo de realizadores y protagonistas, por una vez el viejo adagio hollywoodense que incita a “multiplicar recursos” funciona sin mayores problemas y por sobre todas las cosas dignifica a la franquicia en cuestión. Desde el vamos aclaremos que a pesar del songtrack de AC/DC que reposa en las disquerías, sólo hay dos canciones de los australianos en el film: la música se mueve en un espectro rockero bastante ecléctico que abarca desde Queen a The Clash.
La historia en esta oportunidad gira alrededor de los intentos por parte del gobierno para adueñarse de la creación de Tony Stark (Robert Downey Jr.): así tenemos un flamante competidor, Justin Hammer (Sam Rockwell), un villano de temer, Ivan Vanko (Mickey Rourke), y hasta una nueva asistente, Natalie Rushman (Scarlett Johansson). Por supuesto vuelven Gwyneth Paltrow como Pepper Potts y Samuel L. Jackson como Nick Fury, ahora sí con algo de presencia en pantalla. El único cambio se produce en el personaje de James Rhodes, mano derecha de Stark, con Don Cheadle reemplazando a Terrence Howard.
El director e intérprete Jon Favreau reincide sabiamente en esa combinación justa de energía vertiginosa, fantasía tecnológica y drama condimentado con muchos toques de humor perspicaz. Para ser más precisos debemos señalar que los primeros 30 minutos son en verdad excelentes, de una fuerza narrativa pocas veces vista en el Hollywood actual. Llegando a la mitad la película entra en una meseta no muy acentuada que sin embargo permite profundizar en algunas aristas de la identidad de nuestro héroe. El desenlace trae consigo un nuevo aluvión de efectos digitales y rimbombantes secuencias de acción.
Todo el elenco aporta lo suyo pero lo de Robert Downey Jr. a esta altura resulta difícil de medir o por lo menos clasificar: ya ni siquiera se puede decir que hace de sí mismo porque esta versión del inefable Stark está elevada a la enésima potencia con respecto a la anterior en lo que hace al cinismo, la capacidad de respuesta y la disposición hacia la parranda. El actor se come la pantalla entregando literalmente su corazón a un proyecto que llevado por otra estrella parecería un esqueleto eficiente aunque sin núcleo, una montaña rusa desaprovechada. Sam Rockwell y Mickey Rourke complementan de maravillas ésta labor.
Considerando que las secuelas suelen caer en redundancias paralizantes e idioteces varias, podemos concluir que Iron Man 2 supera con éxito la prueba que siempre presenta la repetición de personajes y situaciones. El guión de Justin Theroux edifica un desarrollo natural sin necesidad de forzar los términos o recurrir a artificios infantiles que neutralicen el relato. Con otro genial cameo de Stan Lee y una premonitoria escena post créditos finales, la obra ofrece su propia lógica y entretiene en función de una condena del armamentismo y un alegato sarcástico a favor de la privatización de la “paz mundial”.