Pensar en Adam Sandler desdoblado alla Eddie Murphy no es un plan ni alentador ni original. Mas el resultado final no es todo lo desastroso que uno podría presumir. Aquí, Sandler encarna a Jack, un agente publicitario abocado a conseguir la estelaridad de Al Pacino para una campaña de capuchinos; y a Jill, su poco agraciada hermana gemela que llega de visita para el Día de Acción de Gracias.
Jill no es más que Sandler con peluca, senos falsos, vestidos extravagantes y un insoportable seseo que se advierte debería hacerla más “amistosa” para con la platea. La historia no presenta muchos más matices que la típica pelea entre hermanos, la aparición de un personaje latino que le pone humor (xenófobo) a cada una de sus intervenciones y un Pacino componiendo un alter ego al borde de la exaltación y la locura (tal vez de los pocos momentos realmente cómicos de la cinta). ¿El resto? Escatología, previsibilidad y Sandler en piloto automático.