Un pasaje en el desierto
En el año 1882 el ingeniero danés Gunnar Dinesen (Viggo Mortensen) llega a la patagonia junto con su hija Ingeborg (Viilbjork Malling) para trabajar en la campaña del desierto. Allí ambos se encuentran en un mundo totalmente diferente, un ambiente hostil, tanto por el clima desértico, como por lo difícil de la convivencia entre los militares; más aun cuando Ingeborg, la única mujer en el campamento, comienza a despertar el interés de algunos de ellos.
Finalmente, una noche Ingeborg huye con un soldado, y su padre ante la desesperación de no encontrarla se calza el uniforme y sale armado a buscarla. En el camino encontrará de todo: muertos, violencia, indios desesperados, hasta que quedará a pie y perdido buscando a su hija.
Narrada con muchas imágenes y pocas palabras, con luces ficticias en un clima natural -lo que provoca una atmósfera onírica que será la que abra el camino para lo que vendrá después-; el filme de época desaparece para darle lugar a un sueño, a una extraña reflexión existencial sobre el tiempo, sobre el lugar, sobre ese mundo que cerca o lejos siempre va a estar ahí, y el tiempo como una constante en la que siempre importan las mismas cosas, como por ejemplo la relación entre padre e hija.
La película comienza como un filme histórico, con una minuciosa y minimalista reconstrucción de época, en el enorme desierto son los objetos los que nos ubican en la época; la ropa, los elementos que usan los agrimensores, las armas. La película pretende luego ir más allá de eso y se torna en un relato existencial sobre el tiempo y nuestra situación en el mundo, y es al dar ese volantazo que pierde el rumbo, y nos perdemos también nosotros como espectadores, porque el ritmo en el que está narrada no puede sostener semejante cambio, y termina convirtiéndose en una historia pretenciosa que no alcanza ni la categoría de western o filme de época, ni la de uno reflexivo o artístico.
La fotografía merece un capitulo aparte, la forma en que retrata la patagonia, que de por sí es hermosa, aunque el desierto no sea su cara más conocida ni más turística, pero la erosión de las rocas y los estragos del viento cerca de la costa resultaron ser el escenario ideal para una historia despojada, que por momentos no parece tener ni pies ni cabeza, pero que si algo logra es un clima extraño e interesante, donde Viggo Mortensen realiza una gran actuación.