Regresa la saga Jeepers Creepers con su tercera parte, también escrita y dirigida por Víctor Salva pero con menos ingenio e imaginación que nunca.
Llega una nueva entrega de Jeepers Creepers, esa película de terror que fue una grata sorpresa para el género allá por el 2001 pero pronto, en el 2003, se encontró sin inspiración para su secuela. En este caso, la tercera parte sucede en el medio de las dos anteriores y pretende ser una película hecha para el fanático. Con guiños a las películas anteriores y al mismo tiempo personajes nuevos y la presencia más visible que nunca del famoso monstruo y su camioneta, esa trampa mortal, Víctor Salva sortea como puede los problemas de producción (muchos por su causa y su situación personal, claro) y hace reaparecer tras muchos años -no tantos como los que se toma el propio monstruo, que aparece cada 23- al Creeper.
En Jeepers Creepers 3 hay personajes por todos lados y un intento de que cada uno de ellos tenga cierta dimensión e importancia en el film. No obstante, todo se percibe siempre desordenado, fallido, con saltos inconexos en el medio que los dejan al olvido durante largo rato, que entran y salen sin mucha coherencia en el relato. Todo esto hace que sea imposible empatizar con alguno de ellos y que nunca sepamos quién funcionaría como el protagonista principal.
Hay también una intención por bucear en quién es realmente este monstruo, un interés por sus orígenes, pero todo queda en la superficie. Quizás, si Víctor Salva logra que le produzcan alguna otra película, ésta sea una de orígenes, quién sabe. En cierto modo, aquella era más modesta en cuanto al relato y acá lo quiere abarcar todo.
También hay escenas graciosas y humor sobrevolando el relato pero es inevitable preguntarse cuánto de eso es de manera consciente y cuánto involuntaria. Al sentido del humor del film difícilmente se lo sienta genuino. Como cuando el personaje de Meg Foster (actriz que hace lo mejor que puede), utiliza una mano con vida propia para descubrir los orígenes del Creeper, y luego los detectives se van tomando su turno para ser como poseídos; los actores parecen tomárselo muy en serio pero esa secuencia es ridícula. Además, la información que allí recopilan sobre el monstruo nunca se comparte y a la larga ni termina sirviendo para derrotarlo.
Algo de lo que funcionaba en esa primera entrega era el hecho de que durante gran parte del relato no vemos y no sabemos quién es el que conduce un camión viejo y enorme y guarda cadáveres en su guarida. El fuera de campo era su punto más fuerte. Acá al Creeper lo vemos bastante más tiempo, a veces hasta muy de cerca, y eso le resta misterio. El otro protagonista es, claro, su camioneta, esa trampa mortal llena de sorpresas, digamos, porque en algún momento ya comienza a repetir sus truquitos.