Tengo un amor desmedido por Clint Eastwood tanto como director como actor. Creo que es de los pocos que ponés frente al lente y a media luz y ya te salva cualquier cosa.
Ni hablar de las historias que nos regaló como director: desde la maravillosa y romántica “Los Puentes de Madison” hasta la tremenda “Cartas de Iwo Jima”.
Ha pasado por el western, por el policial, por el gángster, por la biopic y nunca nos ha dejado del todo a pata. Verlo frente a un musical, de todas maneras, es otra cosa. Pero el viejo lobo no defrauda. Jersey Boys está basada en la obra musical estrenada en Broadway y Shaffesty Av en el 2005 y desde ahí ha cosechado éxitos.
Para empezar, es un musical rocola, es decir que no tiene nuevos temas sino que reutilizan los mismos de la banda (como han hecho Ray y Walk the line hace unos años). Para seguir, tiene una estructura en la que en cada momento uno de los miembros se convierte en narrador para contar su perspectiva, lo que termina acercándonos en el teatro al documental.
La adaptación cinematográfica, con esa perfecta ambientación y fotografía, por momentos nos lleva a un clima que nos recuerda a “Buenos Muchachos” por el barrio italiano, el ghetto y los negocios que circulan y de a poco se va transformando en un drama hecho y derecho donde se cuentan las trampas del negocio de la música, de cómo se construye la salida del barrio y hasta qué punto efectivamente uno se va.
El viejo Clint también domina esto. Otra cosa en la que han estado particularmente inteligentes ha sido en el casting. Ninguno es una gran estrella y eso funciona muy bien ¿O le vamos a creer el hambre a un chico exitoso? No, tiene que tener esa apariencia de un don nadie. Vincent Piazza (que lo conocemos de Broadwalk Empire) se roba la película en la piel de ese Tommy DeVito excesivo y estereotipado tano bruto y arrogante de barrio de mala muerte, pero es imposible no mirarlo. Impactante.
John Lloyd Young tiene esa voz impresionante que ya demostró en Glee, pero no tiene el carisma que todos esperamos de un vocalista. Lo musical lo salva mucho. Completan el cuarteto Michael Lomenda y Eric Bergen como Nick y Bob (Gaudio que también produce el film junto con Valli) haciendo secundarios poderosos, pero siempre orbitando alrededor de ellos dos.
Esta es una historia de ascenso, de amistad, de códigos, de toda una vida. Pero sobre todo es una historia que une a estos chicos de Jersey con su sonido. Cuando nada más queda, queda la música. Dos horas y cuarto (lo mismo que dura la obra) más tarde, te pasás tarareando las canciones y te quedás con la sensación de haber visto un musical rudo, sin parafernalia, sin demasiadas estrellas ni pasos de baile. Al final, a pesar de todas las luces, te queda esa idea honesta y descarnada de todo lo que significa el ascenso y todo lo que conlleva la caída.