Los pantanos de la memoria.
Hay un puñado de verdades inclaudicables en el terror contemporáneo que suelen pasar inadvertidas para la gran mayoría de los “no devotos” al género, esos turistas que lo consumen de manera esporádica y se quejan de lo poco -o nada- que conocen. Más allá de los lugares comunes centrados en denunciar a productores que siempre apuestan a seguro y a distribuidoras que sólo compran lo peor de lo que tiene para ofrecer el mercado norteamericano, lo cierto es que la preeminencia de los falsos documentales a nivel más o menos mainstream (en realidad hasta los márgenes independientes se sumaron al esquema), está dejando paso a una grata heterogeneidad, acorde con la amplitud histórica del horror.
Uno como espectador no debería perder nunca -por lo menos no del todo- la capacidad de sorpresa ni la curiosidad cinéfila, por más que a veces las ironías de la industria pongan de relieve cierta estructura en espiral en lo que respecta al bastión artístico para las masas: así como la moda del mockumentary reemplazó a su homóloga de los fantasmas asesinos de antaño, hoy tenemos una película que escapa al callejón sin salida formal de la cámara en mano y los grititos neuróticos con una vuelta de tuerca retro, la cual a su vez retoma sutilmente a aquellos espíritus que claman venganza. La eficiente Jessabelle (2014) aporta una mínima renovación volcando sus ojos hacia el pasado reciente y sus truculencias varias.
Mientras que el film en su primera mitad combina leitmotivs del J-Horror y el suspenso de entorno cerrado, en la segunda parte inesperadamente se acerca al thriller de misterio, con una investigación que deja de lado en buena medida a la señorita de cabellos largos de turno. Aquí la protagonista a la que hace referencia el título, interpretada por la genial Sarah Snook, regresa a su hogar en una pantanosa Louisiana luego de un accidente automovilístico que le costó la vida a su prometido y a su hijo no nato. Desde ya que de a poco se topará con un espectro un tanto violento, unos videos enigmáticos de su madre fallecida y la reticencia de su padre, a quien no le gusta que le recuerden tiempos remotos.
Sin dudas la presencia de Snook y su compañero Mark Webber, en el rol de un amigo de la infancia de Jessabelle, suma mucho a la propuesta porque ambos entregan esa necesaria cuota de profesionalidad al momento del desarrollo de personajes, que bien podrían caer en el estereotipo: los dos además vienen de trabajos interesantes dentro del género, hablamos de Predestinación (Predestination, 2014) y 13 Pecados (13 Sins, 2014) respectivamente. El editor reconvertido en realizador Kevin Greutert, cuyos primeros opus fueron los dos eslabones finales de la saga de El Juego del Miedo (Saw), maneja con destreza la angustia y el dolor que despiertan los recodos menos felices de la memoria colectiva de los sureños…