Kevin Greutert dirige Jessabelle, una película de terror sobrenatural que se alimenta de otros productos y entrega demasiadas sorpresas.
“Según la Biblia, Jezabel fue la encarnación misma del mal. El arquetipo de la mujer liviana y ambiciosa que, movida por sus propios intereses, causa la perdición de todo aquel que cae en sus redes”, relata María Pilar Queralt del Hierro en su libro “Mujeres de vida apasionada”. Hay algo de este fragmento que cito ya más entrada la película pero no conviene ahondar mucho más en eso para no perder sorpresa.
Aunque, hay que decirlo, el film no se destaca demasiado por su originalidad y recuerda todo el tiempo a otras producciones, siendo más que un homenaje, un pastiche de varias películas. No aporta nada nuevo y sólo entrega unos buenos climas, lo cual la convierte en una más de las tantas películas de terror que llegan y además con retraso (dato no menor).
En este caso, la película dirigida por Kevin Greutert (director de dos de la extensa saga de El Juego del miedoy editor de cinco de ellas), Jessabelle (Sarah Snook) es una joven a la que en los primeros segundos de película le cambia la vida por completo. En un accidente automovilístico pierde a su pareja, un embarazo y su posibilidad de caminar, lo que la lleva a vivir con su padre en una casa bastante abandonada, casi en ruinas y donde abundan, aunque muchos escondidos, los recuerdos de su difunta madre.
La película no tarda en encontrar los climas adecuados para un film de terror más preocupado por el terror en sí que por impresionar a través del gore, por ejemplo, o asustar a través de golpes de efecto (aunque tiene algunos de todos modos). Jessabelle encuentra de casualidad bajo la cama unas cintas y al reproducirlas de repente se encuentra con su madre hablándole a través de la pantalla de televisión. Lo que al principio comienza como algo lindo y necesario quizás para el momento que está viviendo, de a poco comienza a tornarse más oscuro y extraño cuando comienza a hablar de su futuro (es decir, ahora su presente) y éste suena aterrador. El rechazo casi completo de su padre y la aparición de un muchacho que fue parte de su juventud colaboran para que la vida de Jessabellese torne, digamos, interesante.
Sarah Snook está muy bien como esta Jessabelle que no puede evitar cuestionarse quién es y de dónde viene, aunque junto a su coprotagonista Mark Webber se pierde entre la falta de química y las escenas románticas berretas que les toca actuar. Lo sobrenatural comienza a apoderarse del relato y el final deja un poco fuera de foco al resto del film, se siente más bien forzado.