JOYLESS
Cuando alguien se refiere a una historia tipo “Cenicienta” inmediatamente nos imaginamos un recorrido de un personaje desde la pobreza y la humillación a la riqueza y grandeza. Esto es lo que sucede en “Joy” pero no es sólo una alegoría, la protagonista aquí literalmente limpia los pisos y sufre a una hermanastra mala. Su zapato de cristal es un palo de plástico y su príncipe que la lleva a una vida mejor son las televentas. Es lo que hay.
Rusell continúa la caída artística que empezó con el éxito de público y crítica “El lado luminoso de la vida” (Silver Lining Playbook, 2012) que le dió un Oscar a Jennifer Lawrence, y siguió con el pretencioso bodrio “Escándalo Americano” (American Hustle, 2013). En este caso el gran problema del filme es un guión que sólo se recuesta en la exposición; si un personaje va a hacer algo, lo dice antes, luego vemos esa acción. Si un personaje siente algo, lo dice, así construye una narrativa pobre y sobreentendida que paradójicamente se mofa de las telenovelas. Para subrayar todo aún más -por si hiciera falta- está la voz en off de la abuela de Joy que continúa relatando inclusive después de muerta! No hay un plano memorable en toda la película, Russell nunca fue Scorsese, lo sabemos, pero no narrar en imágenes es un pecado demasiado grave.
Basada en una historia real que habría que repensar si valía la pena contar, Russell describe a una Joy (Lawrence) prácticamente como una santa sólo por tener una familia disfuncional y haber relegado sus sueños. Y a su familia como malvados egoístas. Y es precisamente su familia una caricatura (como todo en el filme) pero no en el buen sentido como en The Royal Tenenbaums, aquí los trazos gruesos no dan lugar a ninguna sutileza ni doble lectura.
Joy inventa un sistema para hacer más eficiente el trapeado del piso, lo patenta, pero la estafan, se lo pitchea a un productor televisivo que tiene una de las primeras cadenas de televentas, la estafan de nuevo, pero… happy ending. Para un estadounidense la idea de éxito en la vida es ser o no ser millonario, capitalismo puro y duro, la película celebra la creación por parte del matrimonio entre medios y empresas de la necesidad de adquirir productos innecesarios, en el medio el personaje de Joy como subrogante de la audiencia y nada más.
Las correctas actuaciones protagónicas (Lawrence, De Niro, Cooper) no alcanzan para salvar una historia poco inspiradora que si no fuese por el talento que reúne pasaría desapercibida.