Uno de los directores más prolíficos del cine argentino reciente es Matías Szulanski. Desde Reemplazo incompleto, su ópera prima, estrenó películas con personajes que se mueven contra la corriente, a veces por fuera de la ley. Astrogauchos, protagonizada por Ezequiel Tronconi, sobresale por sobre los demás, pero cada uno se mantiene fiel a una impronta personal, y con mucho de comedia. Juana Banana no se aparta de eso, aunque el lenguaje es distinto, más personal.
Juana (Julieta Raponi) es una joven actriz que sobrevive trabajando en avisos publicitarios. Se la pasa yendo a castings, donde los rechazos son habituales. Algo similar ocurre en su intimidad, cuando su novio, Damián (Franco Sintoff) le dice que deben dejar el departamento y distanciarse un poco. Él vuelve al hogar de la familia, pero ella queda a la deriva. Encuentra alojamiento en lo de su amiga Laura (Jenni Merla), aunque algunas veces deba salir cuando la dueña de casa está con algún amante ocasional. En tanto, escribe cuentos que son una variedad de una misma premisa. Sabe que tiene 28 años y no consigue despegar en ningún aspecto de su vida. Tal vez la clave esté en un libro que acaba de descubrir, acerca de un nativo -el último de su tribu- que fue recluido en alguna parte.
Szulanski abandona el tono estrafalario de sus películas previas para contar las peripecias de una irresistible antiheroína, que apenas puede disimular con humor la crisis que atraviesa. Aquí es decisiva la actuación de Julieta Raponi. Sostiene cada escena gracias a su mezcla de encanto natural y versatilidad para transmitir -u ocultar con ciertas actitudes, como comer sin pausa- los sentimientos de la joven. Remite tanto a las mejores exponentes del cine indie estadounidense como a algunas de las musas de las propuestas europeas (no es caprichosa la mención a Jane Birkin, como tampoco que asista a la sala Leopoldo Lugones).
Juana Banana presenta otra faceta de Matías Szulanski y permite el lucimiento de una protagonista a tener en cuenta.