El quinto documental de Daiana Rosenfeld vuelve sobre la activista anarquista del principio del siglo XX, invisibilizada y olvidada en la historia argentina.
A pesar de su rol primordial en los avances tanto dentro del campo de los derechos laborales como de los derechos de las mujeres, hemos olvidado a Juana Rouco Buela. Seguramente porque no nos la enseñan en la escuela. Con este documental homenaje, Daiana Rosenfeld intenta reparar este error.
Alternando escenas de reconstitución (con una actriz haciendo de la anarquista, sin diálogo), imágenes de archivo, testimonios informativos de varias investigadoras argentinas sobre su vida y planos de paisajes que imaginamos ser de la Costa y de Tandil (dos lugares donde ella vivió), Juana (2020) recurre a todos los dispositivos clásicos de un documental informativo. La originalidad viene de la voz en off que cubre los paisajes y las escenas reconstruidas de fragmentos de los escritos de Juana, poderosos e inspirados, donde habla de su lucha, de sus convicciones políticas libertarias, pero también de su lugar en la sociedad (y en los grupos anarquistas) como mujer.
La película que logra rendirle homenaje, pero a veces de manera demasiado lineal y didáctica, empieza con los inicios de la acción política de Juana, durante las primeras huelgas por la jornada de ocho horas, en 1907. Allí descubrimos que la historia argentina le debe mucho a las mujeres anarquistas, que fueron pioneras en la lucha por la conquista de toda una serie de derechos de la mujer.
Es una lástima que tanto las escenas actuadas como las imágenes de archivo no hacen más que ilustrar el texto y el propósito de las investigadoras, sin tener vida propia o abrir a otra poesía.
En los escritos de Juana, en cambio, descubrimos, más allá de una apasionante vida dedicada a la acción política, una escritora de talento, con textos sumamente actuales (“A mis 18 años, la policía me consideró un elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y del Estado”) pero también de una poesía magnética (“A veces cuando siento a mi cuerpo arropado por la neblina de algún amanecer, me pregunto si el supremo arte de la vida no es el amor”).
Leídos por una voz aérea e intemporal, los textos que dejó Juana Rouco Buela son quizás lo más interesante del documental, porque contienen la decisión de la directora de darle voz, metafórica y concretamente, a esta luchadora olvidada.