Los atletas checos sí usan drogas.
Históricamente las películas deportivas han dejado un sabor agridulce en el espectador promedio, como si el cine no pudiese congeniar con aquellas disciplinas que involucran una competencia reducida a un espacio específico. Si bien este precepto se aplica a casi todas las pugnas de índole grupal, las individuales han corrido con mejor suerte por la plasticidad del paladín solitario frente a los esquemas más tradicionales del séptimo arte, en especial el “camino del héroe”, una premisa dramática que se amolda de maravillas al tríptico entrenamiento/ certamen de turno/ gloria implícita o explícita. Por supuesto que el boxeo es la gran estrella del firmamento, con una multitud de obras prodigiosas a lo largo del tiempo.
Pensemos en ejemplos varios como la catarata de bodrios estadounidenses sobre el béisbol, los convites alegóricos en la línea de Invictus (2009), las bizarreadas simpáticas símil Escape a la Victoria (Victory, 1981), la adrenalina apasionante de Rush (2013) o esos films de tono acartonado en sintonía con Carrozas de Fuego (Chariots of Fire, 1981). Alejada por completo del ideario de esta última, Juego Limpio (Fair Play, 2014) por un lado respeta algunos de los motivos prototípicos de las realizaciones deportivas y al mismo tiempo se aparta de ellos volcándose -sobre todo en la segunda mitad- hacia el drama testimonial, las tragedias familiares y el thriller de espionaje, en una mixtura que curiosamente funciona muy bien.
La propuesta checa se mete en lo que fue el régimen comunista local y narra el periplo de Anna (Judit Bárdos), una velocista que sueña con participar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Lamentablemente es seleccionada por la cúpula gubernamental para formar parte de un programa basado en el suministro de Stromba, un poderoso anabólico que pronto genera consecuencias nocivas como la aparición de vello en “zonas masculinas” y el retraso del período menstrual. Entre tramas paralelas de distinta naturaleza, este estado de cosas eventualmente derivará en un colapso, una visita al hospital, la reticencia de la señorita para con los esteroides y una respuesta de la contraparte que no tardará en llegar.
Sin duda los mayores logros de la cineasta Andrea Sedlácková pasan por la dirección de actores (se destacan tanto la protagonista como Anna Geislerová y Roman Luknár, en los roles de su madre y su entrenador) y la construcción de un relato seco que analiza con gran sensatez un ecosistema político apuntalado en el terror, la burocracia y la docilidad de los ciudadanos (la quimera del viaje al exterior está homologada a la posibilidad latente de recuperar la libertad). Combinando el suspenso en torno a la Cortina de Hierro y esa angustia producto de los desniveles inherentes a la preparación física, Juego Limpio es una pequeña anomalía que insólitamente llega a una cartelera argentina demasiado aletargada…