Una familia en llamas
La crisis del modelo tradicional de familia ha generado diversos cambios en el mainstream cultural durante las últimas décadas, lo que en términos prácticos implicó una metamorfosis en las obras desde aquellas gestas de reafirmación interna de mediados del Siglo XX, en las que los problemas casi siempre venían por dificultades intrínsecas en el campo de la convivencia a raíz de choques de las personalidades a veces opuestas de los integrantes del clan de turno, hacia planteos decididamente externos en los que se parte de la negación de la familia como unidad para ir venciendo de a poco -y desde una perspectiva igual de conservadora que la anterior, por supuesto- las “barreras” y la desconfianza que de por sí la mayoría de las personas sienten hoy en día frente a las parentelas clásicas de antaño, esas en las que se resigna individualidad para tomar responsabilidades de generosa envergadura.
En la tradición de Un Detective en el Kinder (Kindergarten Cop, 1990), protagonizada por Arnold Schwarzenegger, Niñera a Prueba de Balas (The Pacifier, 2005), con Vin Diesel, y Mi Vecino es un Espía (The Spy Next Door, 2010), estelarizada por Jackie Chan, Jugando con Fuego (Playing with Fire, 2019) es un nuevo exponente de ese subgénero de la comedia familiera que se resume en la premisa “actor supuestamente rudo y/ o conocido por roles en propuestas de acción que se transforma en babysitter de unos purretes más o menos revoltosos”, un enclave cinematográfico que aquí explota el look y fama de John Cena, un luchador profesional de la gigantesca World Wrestling Entertainment -muy famoso en Estados Unidos y ganador de diversos campeonatos- que se paseó por la música, la televisión y el séptimo arte en las diferentes etapas de su variopinta carrera a la fecha.
La historia es de lo más elemental y está vinculada a una colección de sketchs que le deben mucho a los dibujos animados infantiles, el humor light y el melodrama más rutinario: el Capitán Jake Carson (Cena) encabeza una unidad de bomberos en Redding conformada por Mark (Keegan-Michael Key), Rodrigo (John Leguizamo), Axe (Tyler Mane) y una serie de secundarios que al comienzo del relato abandonan el equipo para unirse a la división de Santa Barbara porque desean estar en las “grandes ligas” en un momento en que el Comandante Richards (Dennis Haysbert) está a punto de retirarse, dejando libre el trabajo soñado del más que capacitado para reemplazarlo Carson. En un incendio los muchachos rescatan a tres hermanos, la adolescente Brynn (Brianna Hildebrand), el pequeño Will (Christian Convery) y la bebé crecidita Zoey (Finley Rose Slater), y deben cuidarlos en la estación de bomberos hasta que aparezcan sus misteriosos padres a recogerlos, lo que nunca ocurre porque hablamos de huérfanos que vienen huyendo de las fauces del Estado yanqui.
El desempeño de Cena, Key, Leguizamo y Mane es bastante potable considerando que la mayoría de los chistes se sirven de su apariencia o actitudes, casi siempre enfatizando su carácter adusto, orgulloso o bufonesco, no obstante este convite del realizador Andy Fickman -todo un experto en comedias familiares, románticas y/ o de aventuras- se queda muy en esa zona de confort caracterizada por una catarata de lugares comunes, latiguillos repetidos y recetas cómicas más antiguas que la mentira. La negativa del workaholic Carson a hacerse cargo de los chicos, homóloga a la de los personajes de Schwarzenegger, Diesel y Chan, va de la mano de su torpeza para encarar a Amy Hicks (Judy Greer), la futura contraparte de esta familia nuclear incipiente que nos presenta el relato. Valores como el compañerismo, la solidaridad, la amistad y el afecto sincero chocan con la típica defensa burda de las instituciones públicas de Hollywood, en esta ocasión vía una familia en llamas que necesita del cuidado del “impoluto” cuartel de bomberos de California…