La restitución identitaria.
Cuando un artista llega a la madurez por regla general tiende a profundizar determinados aspectos de su obra y a obviar muchos otros que puede -o no- haber trabajado en el pasado, ya que la necesidad de quietud que traen los años suele ir de la mano de una especie de conservadurismo íntimo/ personal que privilegia las “zonas de confort” por sobre la experimentación asociada con la juventud. Estas reconversiones cíclicas reaparecen una y otra vez a lo largo de todas las artes y por supuesto el cine está muy lejos de ser una excepción, situación que lamentablemente en ocasiones desencadena respuestas un tanto condenatorias por parte de la prensa y algunos sectores del público. Lo curioso del caso es que son estos últimos quienes terminan embanderándose en una postura en verdad regresiva al no juzgar en su justa medida a la madurez, fase fundamental de toda evolución creativa.