Jungla: Un paseo por la selva…
“Pero yo había nacido para ser mi propio destructor, y no pude resistirme a esa oferta más de lo que pude renunciar, en su día, a mis primeros y fatídicos proyectos, cuando hice caso omiso a los consejos de mi padre“.
Robinson Crusoe – Daniel Defoe
Toda buena travesía que se precie, tanto en literatura como en el cine, carga con dos lineas definidas argumentales; el hombre en un escenario hostil, la una, que evoca, la otra, su reciente pasado de facilidades. Una suerte de viaje interior y exterior en el que estima lo perdido analizándolo desde esa nueva perspectiva que es la soledad del naufrago. Y por ende sobrevive, si lo hace, no solo físicamente, también espiritualmente. Ejemplos si los hay es Robinson Crusoe, esa metáfora de la desnudez humana ante las fuerzas abrumadoras de la naturaleza. Life of Pi (2012), Cast Away (2000) y la entretenida The Martian (2015), tomaban esa premisa y la refundaban en un aggiornamiento en cuanto a las ideas expuestas. Alive! (1993) sin embargo, la historia real llevada al cine narraba mismos hechos pero desde una perspectiva descarnada de pura y dura sobrevivencia y dejaba al espectador sacar sus conclusiones morales o éticas al respecto.
Greg McLean, conocido por sus films de terror y violencia explicita, ha intentado en esta película un relato a la usanza, más allá de utilizar un hecho real, en la que quizás sobreabundan los subrayados al respecto, haciendo de la travesía un cuento un tanto facilón del que el protagonista saldrá adelante gracias a su esfuerzo y la amistad.
Yossi Ghinsberg el aventurero nacido en Israel; autor, emprendedor, humanitario y orador motivacional, como se lo describe en su entrada de Wiki, tuvo su primer contacto con la naturaleza en 1981 en un viaje que realizó a Bolivia y en una travesía por la selva en la que se perdió junto a otros tres compañeros.
Habiendo terminado con el servicio militar y contradiciendo el mandato paterno cruzo el mundo en busca de aventuras como mochilero y se encontró inmerso en una travesía que cambiaría su vida. Agregar más sería tan inútil como contraproducente para lo que la historia intenta, por dos motivos claros: el primero y sustancial es la mediocre producción del film que no permite al espectador una aproximación real al salvaje universo de la selva virgen y el segundo y no menos importante la maniquea construcción que hace de los personajes que rodean a un comprometido y barbudo Daniel Radcliffe. Suerte tendrá el espectador cuando el inicio, ese amanerado prologo de encuentros fortuitos en una serie de escenas dignas de propaganda de secretearía de turismo, de paso a la aventura en sí. Cada uno de ellos depositario de los viejos tópicos, el guía intrépido y misterioso, el débil, el confabulador y él, Yossi, en medio de todos ellos captando un poco de cada. Un intento algo mediocre por parte del guionista de desguazar a Yossi en todos, porque terminan todos poseyendo cierta renguera emocional que se nota en la poca simpatía que generan.
Es hacia el desenlace, cuando en la soledad de la selva, Ghinsberg intenta llegar al final del periplo, en que el director juega algunas cartas de terror y suspenso, que la película parece retomar el aire de aventura que proponía, más allá de esos flashback innecesarios, y que logra aderezar la historia lineal y manida hasta entonces vista.