Los dinosaurios creados genéticamente están de regreso en esta cuarta entrega de la franquicia (ignoremos la segunda y tercera) que toma lugar 22 años después del inicio de la historia desarrollada en el film de 1993 dirigido por Seteven Spielberg, basado en la novela de Michael Crichton. En esta producción dirigida por Colin Trevorrow (“Seguridad No Garantizada”), el realizador de “E.T.” aquí funge como productor ejecutivo y asesor.
Tal y como lo había soñado el presidente de la corporación InGen, el Dr. John Hammond (personaje interpretado en los dos primeros films por el fallecido actor británico Richard Attenborough), la Isla Nublar, ubicada en Costa Rica, ahora cuenta con un parque temático de dinosaurios en pleno funcionamiento, “Jurassic World”, al que asisten turistas de todo el mundo.
Con el número de visitantes en declive, se crea -con el fin de cumplir con un mandato corporativo- una nueva “atracción” para volver a despertar el interés de los turistas. El encargado del proceso genético de estas criaturas es una cara familiar para los espectadores, el científico Henry Wu (BD Wong retoma el papel que interpretó en la primera película).
Claro que ésto resulta horriblemente contraproducente. La atracción en cuestión es una nueva clase de dinosaurio carnívoro totalmente híbrido (una mezcla de ADN del Tiranosaurio Rex con el de un Velociraptor, una serpiente y una sepia) que se llama Indominus Rex. Es extremadamente inteligente y más peligroso que mata y devora a todo lo que se mueva.
No pasa mucho tiempo para que el nuevo especímen aterrorice al público del parque dirigido por Simon Masrani (Irrfan Khan) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), ya que escapa de su contenedor. Para peor, el desastre que se origina es justo el fin de semana que los dos sobrinos del personaje encarnado por la hija de Ron Howard, Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson), visitan Nublar. Claro, ella los tiene que cuidar pero está más preocupada por el negocio que por sus parientes.
Aquí entra en acción el chico con el que tuvo una sóla cita, Owen Grady (Chris Pratt, el actor del momento), un ex-militar que -al mejor estilo “encantador de perros”- entrena velociraptors nacidos en cautiverio. Él no sólo debe enfrentarse al Indominus para rescatar a los chicos sino también a los propios intereses de Vic Hoskins (Vincent D’Onofrio), el Jefe de Seguridad de Privada que trabaja para InGen.
Si bien hay guiños a la primera película, no hay dudas que ésta es una reinvención de la franquicia y es difícil innovar en pos del entretenimiento. Haciendo un paralelismo con el propio argumento del film, si bien se respetan algunos detalles, aquí se busca darle una vuelta de tuerca a la premisa de la saga (en este caso, una acorde a los tiempos biotecnológicos que vivimos, además de encarar una domesticación a los dinosarurios, aunque el instinto de estas especies es difícil de ignorar) para seguir generando películas pochocleras que formen una nueva franquicia. Por supuesto, son muy bienvenidas.