El amigo americano.
Sin definirse entre las reminiscencias apesadumbradas de los relatos de “coming of age” y la típica comedia negra centrada en el perdedor del pueblito alienante, Just Jim (2015) es otro de esos ejercicios en un delirio estilístico autoconsciente que pretende tocar cuanto ecosistema cinematográfico esté a su alcance. La película es la ópera prima del veinteañero Craig Roberts, aquel protagonista de la ingeniosa Submarine (2010), aquí no sólo dirigiendo sino también firmando el guión y componiendo al personaje principal, un joven galés que -como indican los manuales de los subgéneros involucrados- sufre la indiferencia de sus padres y los abusos de sus compañeros de colegio. La llegada de un vecino engreído, proveniente de Estados Unidos e interpretado por Emile Hirsch, modifica el panorama porque ambos se hacen amigos y progresivamente el británico comienza a envalentonarse.
La propuesta en su conjunto resulta una bienvenida aunque maltrecha adición a la cartelera de nuestro país, ya que si bien llama la atención la osadía del realizador y el inconformismo taciturno que anida detrás de la trama, lamentablemente a Roberts se le va un poco la mano en lo que respecta a la cantidad de ingredientes del mejunje: mientras que el primer acto funciona como una suerte de “versión inglesa” -volcada a la amargura y el minimalismo- del cine de Wes Anderson y Jared Hess, la segunda mitad del opus se juega de lleno por una lectura a la Richard Kelly de La Sombra de una Duda (Shadow of a Doubt, 1943), de Alfred Hitchcock. Más allá de las citas y/ o referencias generales, el trabajo incluye apenas un puñado de momentos hilarantes y durante gran parte de su desarrollo parece extraviado en su propio bucle, incapaz de profundizar en el análisis de los absurdos de la adolescencia.
Ahora bien, dentro de la sumatoria de elementos que no llegan a aprovecharse del todo pero que a priori señalaban una alternativa estructural interesante, se destaca la utilización de los recursos formales del suspenso más clasicista, hoy adaptados al tono freak de la realización y moviéndose entre la ironía intragénero y la sinceridad de la tensión implantada -sin sutilezas- al espectador: así nos vamos topando con secuencias oníricas/ fantásticas, la infaltable dosificación de la información, una banda sonora pomposa e intrusiva y hasta cierta angustia que no se diluye en ningún momento. Sin lugar a dudas lo mejor de Just Jim está condensado en el retrato meticuloso de las aristas más patéticas de la vida suburbana, un andamiaje comunal muy específico en el que la violencia y la falta de escrúpulos suelen estar maquilladas ante ojos que deciden no ver lo que ocurre por conveniencia y desapego.
Otro punto a favor pasa por el desempeño del elenco, no sólo de Hirsch y el propio Roberts (la química entre ambos saca a flote muchas escenas) sino también de Aneirin Hughes y Nia Roberts (los encargados de componer a los progenitores del protagonista, un par de diletantes de esa ceguera a la que nos referíamos anteriormente). De todas formas, y a pesar de su ambición y buenas intenciones, el film cae de manera intermitente en un terreno anodino dominado por la fragmentación y el poco vuelo a nivel conceptual de la obra, lo que en términos prácticos funciona como otro ejemplo de los problemas retóricos y discursivos de casi todo el cine indie de nuestros días. Una vez más el ímpetu crítico no está muy bien canalizado que digamos y la colección de remisiones -sumadas a un preciosismo visual bastante inconexo- terminan prevaleciendo por sobre la dimensión del contenido…