Luego de su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata el año pasado, llega a sala una cinta nacional bastante particular, de género, elemento que nos hace pensar que ha llegado el momento para una grilla más amplia y con mayor cantidad de estilos para el espectador local. No la tienen fácil, es un terreno difícil y hacer pie será una desafío interesante. Sino, piensen en "Necrofobia", de Daniel de la Vega haciendo terror al estilo Giallo (bien gótico) esta semana (postergada muchas veces hasta conseguir salas para su exhibición en 3D) y la acción que trae "Justicia Propia", en este caso de Sergio Mastroberti, hombre del Cievyc que ya tiene su trayectoria en el medio, aunque esta sea su ópera prima. Stunt Fighter es la compañía que dirige el protagonista de este proyecto, Juan Manuel Olmedo, veterano en el arte de las coreografías cuerpo a cuerpo y con sobradas referencias positivas para su trabajo. Junto a Mastroberti pensaron en una historia directa, simple (quizás demasiado) en la que se luzca el cuerpo de dobles de riesgo de la compañía. Aquí entonces Olmedo, actor y artista marcial de primera línea, se pondrá en la piel de Diego Ponce, policía hábil en lo suyo que por una coyuntura extraña tendrá que sufrir el asesinato de su sobrina Silvina, en el día de su cumpleaños. Alertado de que detrás de su muerte se encuentra una red criminal, Diego comienza a realizar una búsqueda de la verdad, que lo llevará a enfrentarse con delincuentes en distintos parajes del Gran Buenos Aires (fue rodada íntegramente en el partido de Tres de Febrero), todos en situaciones donde la violencia será el elemento primordial, sin matices ni dobles lecturas. Realizada con muchísimo esfuerzo y hasta compromiso municipal (la intendencia de Hugo Curto la declaró de "interés cultural" y prestó apoyo para los locaciones, incluso se preestrenó en el Paramount de Caseros), es un film de difícil apreciación. El guión es esquemático al extremo, las condiciones técnicas denotan un esfuerzo notable para producir con pocos recursos, aunque su resultado final está lejos de ser vistoso. Hay algunos problemas de la mezcla de sonido y aunque se reconoce el rodaje del equipo de efectos especiales a la hora de montar escenas que impacten, ese amalgama no termina por cohesionar. Ojo, nunca olvidamos que estamos en Argentina. Sí, nos hubiese gustado una caracterización más intensa de los malos y un despliegue dramático un poco más sustancioso (después de todo el crimen con el que abre fue despiadado). Sin embargo, Mastroberti y Olmedo se la jugaron para sacar adelante una película que marcará caminos, en tanto fue autogestionada y puesta a rodar por gente de una industria que merece respeto y reconocimiento. Sabemos lo complejo que es producir en las condiciones actuales del mercado y "Justicia Propia" debe servir como ejemplo de la tenacidad para llevar las ideas a la práctica, más allá del resultado final.
Si algo faltaba para redondear esta torta de creciente cine de género en nuestro país es una cinta que se entregara por completo a la acción, sin necesidad de codearse con otros géneros; tiros, explosiones, músculos, testosterona, y un héroe de acción pétreo en todo sentido. En ese marco, llega Justicia propia para llenar ese hueco. Los pocos antecedentes, más o menos recientes que tenemos en esta materia nos llevan a Peligrosa Obsesión (con demasiados toques de comedia y facherismo), Comodines (muy televisiva, casi una extensión de Poliladron), y ya luego remontsrnos mucho tiempo atrás a las parodias creadas por los Mentasti en Exterminators 3 y 4 (tiempos de Brigada Cola). Por eso, este film de Luis Calcagno es tan celebrado en su estreno en cartelera. Se trata de un film under, de presupuesto limitado, y aspiraciones ad hoc. Pero su aspecto más positivo es justamente ese, que sabe dar “vuelta la tortilla” y hacer de sus flaquezas puntos a favor, claro, para entendidos. Hablábamos de cinta, y sí, es inevitable, porque Justicia Propia nos lleva a aquellas épocas de films de acción berretas lanzados directo a CHS y que eran todo un furor, hasta contaban con estrellas propias. Algo así es Juan Olmedo, reconocido doble riesgo que cuenta con una empresa afín, y que aquí debuta como protagonista encarnando a Diego Ponce, suerte de policía de elite, que se encarga sólo de los casos más complicados de la fuerza, aquellos que sólo tienen solución mediante el uso de la fuerza y la inteligencia aplicada a la táctica. A nuestro héroe, los malosos de turno le secuestran a su sobrina, y sí, se metieron con el hombre equivocado… No hay mucho más que eso en el argumento de Justicia propia, pero acaso, ¿había mucho más que eso en los films de un Van Damme, Michael Dudikoff, Olivier Grunner, Steven Seagal, o Jeff Speakman?, el film de Calcagno nos lleva directamente a eso, es un film perfecto para ver en un continuado con una de artes marciales japonesa y mal doblada al inglés, por ejemplo. Las escenas de acción son desenvueltas con la suficiente pericia, hay buenas secuencias de peleas bien coreografías, y explosiones para que los adeptos aplaudan. Sí, el guión cae en todo tipo de clichés, baches, las interpretaciones son risueñas, y los diálogos sobrepasan la verosimilitud; pero en un punto, nos convence que si todos esos rubros fuesen correctos la película no sería lo que es, un entretenimiento barato para la muchachada. Otros desaciertos los encontramos en el sonido y fotografía con alguna toma muy oscura o demasiado brillante (quizás intentando disimular los tonos oscuros), pero nuevamente, eso que nos hace acordar a los problemas que nuestro cine tenía hace más de veinte años puede parecer hasta un detalle de color que nos hará recordar a nuestras propias producciones directas al temprano VHS, con Pipio Luque y Silvia Peyrou en sus mejores formas. Justicia propia es confeti para los que buscaban un estreno de acción under, orgulloso clase B (real, significando film de segunda línea), en cartelera, otro paso más para que este cine pase a primera plana.
Cine de acción argentino No es típico ver cine de acción hecho en argentina. Raros son los casos, y pocas las experiencias (Comodines, la inminente 8 Tiros). Lo cierto es que no hay tradición de este tipo de realizaciones y menos de actores argentinos relacionados con el género. Cuando pensamos en films de este estilo automáticamente nos vienen a la cabeza nombres como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger o Steven Seagal. Justicia Propia (2013) es un caso excepcional en todos los sentidos. Protagonizada por Juan Olmedo, que desarrolló una empresa de dobles de riesgo para televisión, donde adquirió experiencia y manejo del género, es el protagonista héroe de Justicia Propia. La historia nos trae a un policía entrenado por fuerzas especiales envuelto en un caso personal: su sobrina es asesinada y deberá encontrar –y ajusticiar- a los responsables. Justicia Propia es una producción independiente que sorprende por el manejo narrativo y de las tan mentadas escenas de acción. A la película no le falta nada en materia de explosiones, persecuciones, tiroteos y peleas en bares coreografiadas. Aquello justamente que no encuentra antecedentes en el cine nacional, es donde el film alcanza sus puntos más altos. Hay que decir también que la película tiene carencias técnicas en cuanto al sonido y la fotografía, rubros que en algunos lapsos sacan al espectador de escena. Es la paradoja del film que justo ahí donde cualquier producción que quiere imitar a films de Hollywood hace agua, Justicia Propia sale airosa. Solvencia argumental, fluidez narrativa y escenas de acción grandilocuentes bien diseñadas y producidas. Justicia Propia va por ese camino, y está a la altura de las últimas películas de Jean Claude Van Damme (6 balas) o Mel Gibson (Vacaciones explosivas). En esa línea y con algunos homenajes -a Búsqueda implacable (Taken, 2008), a Cobra (1986) o a Nico (Above the law, 1988)-, se presenta el film. Pasando por todos los clichés del cine de acción, sin buscar verosimilitud y apuntando decididamente a los efectos. Esa es su propuesta y el espectador habitué saldrá agradecido.