Mi nueva vida normal Justin Bieber pareciera ser a simple vista uno de esos inventos marketineros de las grandes discográficas para cautivar niñas y adolescentes desesperadas por tener un ídolo a quien amar. Pero Justin Bieber: Never Say Never (2011) tira esta hipótesis por la borda ya que lo que presenta es algo totalmente opuesto a dicha realidad. El documental nos muestra a un joven de casi 17 años que es la excepción a la regla dentro de un mercado superlativo en el que prima el comercio por sobre la creatividad, y no es que Justin no lo sea pero su carrera va por otro lado. Justin Bieber: Never Say Never no es un recital, tampoco el bakstage de una gira ni siquiera una película biográfica. Es todo eso junto y mucho más. Tomando como excusa el recital que el artista daría en el Madison Square Garden, nos muestra a este extraño fenómeno musical contemporáneo que en menos de un año se convirtió en estrella gracias al canal de videos de YouTube, y al empecinamiento de su manager, Scooter Braun, que nunca perdió la fe en él a pesar de la negativa de las discográficas. A través de la observación el documental va transitando la vida del personaje en el periodo que antecederá al mítico concierto y que se mezclará con material de archivo casero, testimonios de familiares, amigos y algunas celebridades, junto con aquellos momentos que hacen a su “vida normal”. Uno de los logros es el de mostrarlo como un ser con una vida igual a la de cualquier chico de su edad más allá del momento que está atravesando. A pesar de la fama es un adolescente más aunque como dice, la mega estrella, Miley Cyrus en algún momento de la película esta es la nueva vida normal que él eligió. Como todo documental se hace un recorte de la realidad y por ahí peca de no mostrar la vida sacrificada de un artista. Es por eso que no vemos las horas de ensayo, las largas lecciones de canto ni el “tormento” de lo que puede ser una gira. Recien sobre el tramo final se centra en los riesgos de forzar la voz y en las consecuencias que trae hacer más conciertos de lo que la salud aguanta, sobre todo para un joven de su edad. El formato 3D no varía en mucho a lo que podría llegar a ser una proyección en 2D. Recién se justificará sobre el final en la escena que veremos acompañada de una lluvia de papelitos. Después no variará en nada su injustificada elección sólo para mostrar alguna cabeza que sale de la pantalla mientras se ven imágenes de algún recital. En este caso el formato no es funcional al proyecto aunque sí sirve para evitar la piratería. Justin Bieber: Never Say Never no sólo es un documental para adolescentes fanáticos y eufóricos capaces de desbordar un concierto, un cine o lo que sea. Sirve para conocer más allá de la música (sus cualidades musicales queda claro que no está en discusión en este texto) ese otro lado de la fama y como es la vida de alguien que eligió renunciar a su vida normal para tener una nueva vida …también normal. Considerando que la normalidad varía de acuerdo con que vara se mida, y lo que para unos es normal para otros será todo lo contrario.
Nunca digas nunca Esfuerzo inútil. Gaje del oficio. Llámenlo como quieran, pero esta crítica que estoy por redactar no tiene el más mínimo sentido ni mucho menos su calificación: los fans de Justin jamás leerán este texto y los seguidores del sitio no deben tener la más mínima intención de verla, a menos que sus hijos, nietos o sobrinos se lo pidan. En principio, debo decir que voy a ver este tipo de películas porque mi hija Franca, de 8 años, las disfruta y yo disfruto de verla disfrutar. Y con eso es más que suficiente. Es un mero rol de acompañante y, de paso, me sirve para conocer un poco el estado de las cosas en el universo (pre)adolescente. Los periodistas, se sabe, nunca dejamos de ser seres curiosos. Dicho esto, debo admitir que Never Say Never no es un documental que dé vergüenza ajena. OK, es un panegírico promocional de Justin Bieber, el nuevo fenómeno adolescente. OK, está construido con el manual del making of + home movie + rockumental, pero aun con todos sus clisés, sus convencionalismos y su marketing de biografía autorizada a flor de piel no deja de ser un relato que genera algún interés y -perdón por el "exabrupto"- ciertos momentos de intensidad emocional. Para quienes no hayan leído nada del boom Bieber les cuento rápidamente que tiene casi 17 años, canta y toca varios instrumentos (especialmente la batería) desde muy niño, surgió gracias a los videos subidos a YouTube por su madre (que lo crió casi soltera), explotó vía Twitter y en un año y pico pasó de vivir en un pueblo canadiense a vender millones de discos y concretar una de las giras más exitosas de todos los tiempos (tardó 22 minutos en vender las entradas para su concierto en el mítico Madison Square Garden). Las chicas del espectro 4 a 25 años (así de amplio es) "mueren" por este rubio que parece un muñequito de torta (o como alguien dice en el film "El Macaulay Culkin de la música"). De eso se trata Never Say Never, un film que -para mi gusto- es un poco mejor que el que ya tuvieron otras estrellas adolescentes como Hannah Montana/Miley Cyrus o los Jonas Brothers. El director Jon M. Chu (Step Up) hace lo que puede (o lo que le dejan) y el resto son imágenes en 3D de los shows (con apariciones especiales de la propia Cyrus o Jaden Smith) o registros de la trastienda artística, familiar y comercial (un poco real, otro tanto armada) de Justin, que incluye la presencia de Usher (su "padrino" artístico), Boys II Men o Ludacris (nadie se quiere quedar fuera). De manera superficial y sin pretender ningún análisis sociológico, la película habla del boom de las redes sociales (las fans "descubrieron" a Bieber mucho antes que la industria de la música) y de cómo se construye hoy un fenómeno (lo que antes tardaba 5 o 10 años hoy se desarrolla en uno). No pretendo con esto decirle al cinéfilo curtido que vaya a ver Never Say Never, pero para una película que tiene un injustamente bajo promedio de 1,1/10 en IMDb es, casi, una hazaña. Nos vemos en la próxima película de Selena Gomez.
Correr tras un sueño "Persigue siempre tus sueños" le dice Justin Bieber a una pequeña en la calle. Y razón no le falta. Este joven de 16 años nacido en Canadá se ha convertido en una estrella de la música y en el ídolo de millones de adolescentes. Su madre insistía con su talento hasta que fue descubierto por un productor en "youtube". Este documental está estructurado como una suerte de cuenta regresiva que lleva al show más esperado: El Madison Square Garden, el lugar soñado por todo artista. El film aparece salpicado por recitales exitosos en varios lugares, momentos íntimos, cuenta con la presencia de amigos y familiares, su coach de canto y toda la gente que rodea a la estrella. Justin Bieber: Never Say Never es un producto bien realizado y narrado con ritmo que potencia su imágen y muestra la maquinaria que se pone en funcionamiento para contruír un ídolo juvenil. La película cuenta también con las participaciones de otros famosos como Miley Cyrus y Jaden Smith (hijo de Will). Y el sistema 3D no aporta demasiado. Ritmo, color, coreografías sincronizadas y canciones pgadizas forman parte del universo exitoso de Justin. Un chico rubio, familiero y talentoso que sigue facturando.
Lo más fácil en estos casos es destrozar a esta realización. Incluso estimo que la crítica sería tan fácil de hacer, que la gente no distinguiría si quien la escribe la vio o no a la película. Recuerdo casos así en el tiempo que tengo haciendo críticas, con una Chiquititas, pasando por High School Musical 3. Y si fuera a verla, con el solo propósito de hacerla pelota... sería muy aburrido. Asi que me armé de valor, y fuí con mi hija de 4 años a ver esta "biografía"... Si odias todo esto, y lees esta crítica, sin lugar a dudas te vas a ofender, porque el documental, la realización del mismo, el 3D aplicado, la fotografía, el guión y como se va dando todo... es impecable. Si admito que tenía ganas de irme cuando en las pocas escenas donde pendejas de 12 años decian que se querían casar con este muchacho o cosas por el estilo... Pero fui con la idea de ver como la habían hecho y si había avances con producciones previas similares como la de los Jonas Brothers o la precursora Hannah Montana. Y sin lugar a dudas esta es una obra maestra comparada con aquellas. Suena loco lo que voy a decir... pero Justin Bieber 3D está mucho más cerca de Iron Maiden Flight 666 que de Hannah Montana 3D. Lo destacable, y donde hicieron un gran trabajo, es en contar una historia. Una historia de pocos años de duración... obviamente. Pero no por eso no lo terminan haciendo atractivo. Es notable como muestran el trabajo de nicho que se hizo para poder tener a este pibe llenando el Madison Square Garden... como se trabajó en redes sociales, en ir radio por radio por distintas ciudades, en convencer a algunos popes de la industria musical. Es muy bueno cuando se escucha la frase "Sin el apoyo de Disney no podrás lograrlo"... o cuando el productor que insistía en vender al muchacho, reniega de los grandes medios, diciendo que la gente hoy está en internet mayormente... ME SONÓ CONOCIDO... Claro que todo está mechado con cosas raras, como en un momento una cámara de gran velocidad, registrando como se acomoda su peinado especial este muchacho... pero al fin y al cabo no es un documental de E! true Hollywood stories, si no que es un producto de un producto, para unas niñas que consumen el producto... A mi Justin Bieber me importa tres cominos... pero lo que hicieron con este documental, mechando con tomas en vivo (que son 3D). es muy bueno. Lo ideal sería que exista alguna función en alguna sala de cada ciudad, donde no se permita entrar adolescentes... y así poder apreciar el documental en si, para los pocos interesados que pueda haber de esta forma. Pero es imposible... las niñas pre adolescentes que la vayan a ver, la pasarán sin lugar a dudas muy bien. Los padres que tengan que acompañar, si tienen un clima tranquilo en la sala, también verán un buen producto, que lejos estará de aburrirlos.
Producto para fanáticas Documental sobre un fenómeno musical juvenil. Punto uno: una crítica de cine, en productos como Justin Bieber: Never Say Never , no refiere a la calidad del espectáculo musical en que se centra el filme sino al filme mismo, al abordaje que hace de un artista. Punto dos: el punto uno no le interesa a nadie y sólo sirve para explicar la calificación; las fanáticas de Justin Bieber encontrarán extraordinario a este documental -muy bien logrado desde lo formal, aunque el 3D es muy pobre- y llenarán los cines, mientras que aquellos que no sean devotos del músico pop canadiense, de apenas 16 años, se abstendrán de ir a salas trémulas de alaridos histéricos, y estallidos hormonales (pre) adolescentes femeninos. En ambos casos, la actitud estará más que justificada. La película funciona como una larga, impecable, hiperplanificada, pomposa publicidad de Bieber. Una suerte de biografía audiovisual autorizada: exactamente lo que se busca, lo que se logra y lo que termina de convencer -aun involuntariamente- de que el chico es parte de una maquinaria propagandística, al margen de su talento. ¿Qué vemos? Recitales (Bieber tiene carisma sobre el escenario y una gran parafernalia de apoyo) + gestación del fenómeno masivo (comparado, en uno de los tantos excesos retóricos, con el de Los Beatles) + parte de la historia del adolescente, presentado como talentoso, carismático, humilde y tenaz: un s elf made boy . La moraleja, repetida por su protagonista, es: “Tú puedes ser Justin”: a las groupies no les interesa; además, es mentira. Advertencia para adultos: los aullidos de las chicas en la sala duran más que la película y, a veces, no tienen el menor justificativo. Salvo que celebren -por motivos desconocidos- el logo de una empresa o el mero plano de una bandera estadounidense (su ídolo es canadiense). Más lógico es pensar que los fenómenos de masa colonizan la subjetividad. Y que detrás de estos fenómenos está la propaganda; y detrás, el negocio. Esto no invalida un respetable fenómeno artístico cargado de vitalidad juvenil: le agrega otro prisma. El director Jon M. Chu estructuró el “relato” como una cuenta regresiva de diez días -plagados de viajes y shows-, cuyo cenit se alcanzará en el Madison. En principio, Bieber no parece sufrir los efectos de la presión y el esfuerzo: en una escena se para frente a una chica que toca el violín en la calle y le aconseja luchar por sus sueños. Al instante lo vemos, en el mismo lugar, tocando la guitarra de pequeño. Una buena imagen del pasado... pero, ¿qué tan buena, qué tan pasado? Justin es tan joven que su infancia es muy reciente y casi todo lo que hizo está en Youtube... A pesar del intento por imitar a un documental clásico, todo tiene un aire artificial. Aire que, en ciertos pasajes, es beneficioso: como cuando el filme se burla del culto al pelo del músico y él aparece en pantalla sacudiendo su melenita de cabellos siempre oblicuos, que parecen peinados por una brisa lateral y prolija. Entre tanta blancura tiene que haber un conflicto: antes del Madison, a Justin se le inflaman las cuerdas vocales. El problema, incluido para mostrar el esfuerzo y la generosidad del chico (que debe posponer un show y twittea pedidos de disculpas a sus fans), podría haber sido el centro de otro filme, sobre los efectos de una vida tan poco natural para la edad. Una película más interesante, pero, claro, mucho menos taquillera.
Un recorrido por la carrera y la vida del ídolo adolescente de 16 años Este documental musical que sigue los pasos del ídolo pop adolescente Justin Bieber está pensado, filmado y editado para promocionar la figura de su protagonista. Para quienes no lo conocen es un buen primer acercamiento a la meteórica carrera del chico de 16 años por el que suspiran sus hijas y para los que sí saben quién es, esas nenas que adoran sus canciones, su sonrisa y su pelo, supone un nuevo motivo para seguir adorándolo. Claro que más allá de las intenciones de los productores del film, entre los que está el propio Bieber, el documental resulta una interesante puesta en imágenes y palabras de lo que significa la popularidad y la fama en el siglo XXI. Todo comenzó -la película y la carrera musical- en Internet. Más precisamente con unos videos del chico cantando subidos a YouTube que compartían y competían por atención de los cibernautas con, entre otras, las imágenes de un panda bebé estornudando, un par de hermanos gemelos riéndose a dúo en su cuna y un gatito aplaudiendo. Videos familiares que alcanzan a cualquiera con una computadora a mano y algo de tiempo para explorar. Y en esa oferta indiferenciada, sin categorías ni más exigencias que el entretenimiento momentáneo, dice la película con un sentido crítico no intencional, nació una estrella. Allí vio Scooter Braun, un joven ejecutivo de la industria discográfica, a Justin, un preadolescente canadiense con una bonita voz y una evidente facilidad para llevar el ritmo desde su más tierna infancia. El film sigue las reglas del documental más convencional para contar la historia de Bieber desde que era un bebe de tres o cuatro años tocando la batería con asombrosa habilidad hasta su primer recital en el legendario Madison Square Garden de Nueva York. No hay nada demasiado original en el recorrido aunque sí sorprende que en él se hayan incluido varias reflexiones de los adultos que rodean al adolescente sobre lo dañina que puede ser la fama alcanzada a tan temprana edad. Se menciona a Michael Jackson-aunque ni su historia ni su talento sean comparables con los de Bieber-, pero la alerta sobre el peligro de una infancia perdida está mejor representada con la aparición de Miley Cyrus. Cuando comparten el escenario, la ex Hanna Montana del Disney Channel con dos años más que Bieber parece una veterana-en el peor sentido del término-. El uso del 3D no aporta demasiado aunque seguramente las fanáticas agradecerán sentir a su ídolo un poco más cerca.
Buena vibra Toda la fuerza, la convicción, la inocencia, la sensibilidad y la fe de ese simple chico de 16 años que es Justin Bieber es el “mensaje” de este musical documental que intenta contar la increíble historia de quien gracias a redes sociales como You Tube y Twitter logró llevar su talento a los grandes escenarios y a incontables rincones del mundo, en su primer año de carrera profesional. Oriundo de un pueblo en Canadá, hijo de jóvenes padres separados, de infancia apegada a sus abuelos, fan de la batería de los amigos de su madre desde muy pequeño, Bieber es en la actualidad la encarnación de un poderoso deseo colectivo: creer en los sueños propios y pujar hasta hacerlos realidad. No hay que pensar mucho para entender la clara simbología que acompaña la presentación de su hit Never say never (Nunca digas nunca): bailarines con rojas vinchas niponas en la frente, haciendo pasos de karate combinado con rap, y en la letra, la idea de que “debes luchar para lograrlo”. Claro que la propuesta aparece correctamente enmarcada por un entorno afectivo cercano: la madre, el padre que reaparece tras el abandono del hogar, los abuelos, y el equipo de trabajo, constituyendo una “gran familia” que en el momento culminante de la gira 2010 de Bieber se sube al escenario para, abrazado, despedir al público que lo ovacionó durante el concierto de coronación. Gracias a la tecnología 3D, se puede “estar allí” en el momento en que Bieber da su histórico recital en el Madison Square Garden de Nueva York, junto a estrellas como Boyz II Men, Usher, Miley Cyrus o Jaden Smith, haciendo temas como Baby o One time y sentir algo de la vibración que emana de sus canciones, de su voz, de su baile, de su look.
Los géneros cinematográficos pueden ser considerados y analizados desde dos ángulos. Esto es, según el tratamiento técnico con el cual se realiza la obra, pudiendo encuadrándola como documental, ficción o animación, o conforme la graduación de los tonos, o matices, dramáticos que proponen los autores, los que oscilan del mero entretenimiento al grado más elevado de la narrativa en el planteo y desarrollo de la propuesta temática y conceptual, cuya base se encuentra en la tragedia, el drama y la comedia con todas sus posibles derivaciones. El escoses John Grierson (1898-1972) es quien introduce en el léxico cinematográfico el término “documental” para definir un género específico, con el que significó la selección y el análisis de los acontecimiento de la vida real. Afirmó que “el documental no es más que el tratamiento creativo de la realidad”, después de ver una proyección de ”Moana” (1923-1926) del estadounidense Robert J. Flaherty (1884-1951), reflexionó: "El documental realista, con sus calles, ciudades y suburbios pobres, mercados, comercios y fábricas, ha asumido para sí mismo la tarea de hacer poesía donde ningún poeta entró antes y donde las finalidades suficientes para los propósitos del arte no son fácilmente observables. Eso requiere no sólo de gusto, sino también de inspiración, lo que supone, por cierto, un esfuerzo creativo laborioso, profundo en su visión y en su simpatía". Aun considerado que el proyecto del género siempre se fundamenta en un documento (testimonios incluidos) de la realidad presente o pasada, la significación de su contenido depende del grado de imparcialidad con que operen sus responsables al abordarlo, por ende, los méritos serán mayores cuanto más alejados se encuentren del manipuleo en función de posible intereses de cualquier naturaleza que estén en juego. El crítico, historiador, docente guionista, realizador y teórico español Manuel Villegas López (1906-1980) expresó en algún momento: “El documental empieza con el documento y termina con el argumento. Un documento no es aún el documental, y la ficción de un argumento comienza a cruzar la insobornable veracidad hacia las zonas de la fantasía. Por esto, los límites del documental son tan vagos y problemáticos, propensos a toda discusión. Pero sin veracidad no hay documental, como no lo hay sin hacer con ella una obra de arte.” Establecido que el documental siempre tiene como elemento básico un documento de la realidad, a diferencia de la ficción y animación que navegan en la nebulosa de la los sueños y la fantasía, “Justin Bieber....” es un documental, pues refiere a grosso modo la vida y trayectoria musical del “niño prodigio del pop” estadounidense contemporáneo -al menos desde la visión comercial- consagrado en lo que va del siglo XXI. Narra muy esquemáticamente la vida del canadiense Justin Drew Bieber próximo a cumplir 17 años (nació en Ontario el 20 de marzo de 1994). Criado por su madre soltera, desde que comenzó a caminar denotó un gran sentido del ritmo jugando con los distintos elementos que llegaban a su alcance, los que con el paso del tiempo fueron supliendo con instrumentos musicales de juguete para pasar su jugar a otros reales. A los 12 años participó en un concurso de canto en Startford ocupando el segundo lugar, tras Ferns Bmubez. Su madre no se amilanó A finales de 2007, Justin y su madre comenzó a colocar videos en YouTube, para que su familia y amigos que no pudieron asistir a sus actuaciones sean capaces de verlas, alcanzando la fama considerable por hacer covers de artistas de renombre Su descubridor e impulsor fue Scooter Braun, un ex ejecutivo de marketing de So So Def, quien vio accidentalmente uno de sus videos de 2007 en Internet mientras buscaba videos de otro artista musical. Impresionado, investigó el teatro en el que Bieber se estaba presentado en aquel momento. Inicialmente su madre se mostró escéptica, pero la fortuna estaba del lado de Justin, que entonces contaba con tan sólo 13 años de edad, viaja con Braun a Atlanta, Georgia, para que grabase su primer demo. Una semana después de su llegada, tuvo la oportunidad de cantar para Usher, quien se interesó en él. Bieber firmó un contrato con Raymond Braun Media Group (RBMG), una empresa conjunta entre Braun y Usher. Posteriormente Usher planificó una audición con Antonio L.A. Reid de Island Def Jam Music Group, quien firmó a Bieber en Island Records en octubre de 2008, y lo que resultó en un acuerdo comercial conjunto con RBMG. Justin y su madre decidieron establecerse en Atlanta, ciudad de residencia de Usher y Braun —quien se convirtió en su mánager—, para que pudiera desarrollar su carrera musical. El 17 de noviembre de 2009 lanzan su primer simple, recibiendo críticas positivas y una certificación de platino por la RIAA, convirtiéndose en el mayor debut de un nuevo artista en el año, y el certificado con disco de oro en Australia y Nueva Zelanda, además de que hizo a Justin el primer artista en toda la historia de la Billboard Hot 100 en tener cuatro sencillos de un álbum debut en el Top 40 antes del lanzamiento de álbum, el que fue lanzado el 23 de marzo de 2010, emprendiendo luego su primera gira de conciertos que sumo 100 presentaciones en un año. “Justin Bieber....” resume el meteórico ascenso hacia el estrellato incluyendo imágenes familiares desde sus primeros meses de vida, testimonios de otros artistas de su generación, como Miley Cyrus o Jaden Smith, utilizando como columna vertebral el registro de su presentación en el Madison Square Garden de Nueva York El origen del documental se remonta al mes de abril de 2010, cuando Justin estaba tratando de crear una película basada en su vida, afirmando que él quería tener su propia versión de “8 Mile”, film biográfico del rapero Eminem. Esa idea se convirtió más tarde en un documental que cuenta con tomas del joven Bieber cuando era un niño pequeño y se mezcla con material de su gira de conciertos. En principio contaba con el director de “An Inconvenient Truth” David Guggenheim, pero finalmente éste se bajó del proyecto cediendo su lugar a Jon Chu. Cinematográficamente la producción es de muy relativo interés como documental (que bién podría pasar como un relato de ficción), no aporta nada distinto a cuanta obra de similares características que hemos visto destinada a promocionar a nuevos ídolos de la música destinada a los adolescentes. Sigue los lineamientos estructurales clásicos con material bien filmado, adecuadamente seleccionado y compaginado. Cumple su cometido si despierta en los empresarios locales interesen para que Justin visite el país y haga presentaciones en alguno de los escenarios destinados a ese fin. Jon Chu se involucró en esta realización con la idea de encarar, a su debido tiempo, otras dos realizaciones siguiendo el desarrollo de la carrera del protagonista documentando su trayectoria futura. El proyecto no parece tan descabellado como se podría suponer si tenemos en cuenta una información, coincidente con el estreno del documental entre nosotros, por la que nos enteramos que un mechón del cabello de Justin se subasta el miércoles 02 de marzo de 2011 con fines benéficos, y que al 25 de febrero había recibido ofertas que alcanzaron los 6.700 dólares. Según el cable la estilista que cortó el pelo le dijo a la revista “People” que el cantante de "Baby" había hablado durante meses sobre la posibilidad de cortarse el pelo y adoptar un "look" más maduro."Cortarte el pelo forma parte de la evolución y el proceso de crecer para cualquiera, y creo que él simplemente estaba preparado", dijo la peluquera Vanessa Price a la revista. "Llevamos hablando de eso durante los últimos 6 meses, más o menos, desde luego lleva gestándose algún tiempo", añadió. Como toda decisión importante, tuvo su proceso largo de meditación… Algo para destacar. Varios de los adultos del entorno de Justin que dan su testimonio refieren lo dañino que puede resultar alcanzar la fama a tan corta edad, salteando las naturales vivencias de la infancia y la adolescencia, las que son avasallada por la despiadada explotación del mundo de “los grandes”. El caso del protagonista desde los 6 años vivió inmerso en la música; desde los 12 grabando y haciendo presentaciones; a los 16 realizar una gira de 100 conciertos en 12 meses. ¿Cuando fue niño, infante, y comenzó su adolescencia? ¿Como escubri esos mundos que nos marcan para siempre? Me viene a la memoria una charla que hace décadas mantuve con Narciso Ibañez Menta, quien comenzó su carrera teatral en la compañía de sus padres cuando tenía 3 años y vivió sobre múltiples escenarios de España y América. En la oportunidad, con amargura –y un dejo de reproche a los mayores- me expresó que le dolía no haber tenido infancia ni niñez:, “nunca supe lo que era jugar, nunca tuve amiguitos para jugar con ellos, en esa etapa sólo fui “Narcisín”, un niño prodigio- actor ambulante” Un detalle: La producción ha sido estrenada como 3D, pero sólo un 25%, con los títulos sobreimpreso incluidos, fueron registrado en ese proceso, lo restante se presenta en 2D.