Dominic Matei no es un hombre del montón, pero tampoco es nada extraordinario. Hasta que un día le cae un rayo encima y su vida cambia por completo. Son tiempos de la Segunda Guerra Mundial y este profesor, obstinado por descubrir cómo se inició el lenguaje, se irá dando cuenta de a poco que se hace cada vez más joven y más inteligente. Ese efecto es imposible no asociarlo con el personaje de “El curioso caso de Benjamin Button”, pero en aquella oportunidad el hilo de la historia se tornaba mucho más atractivo. Aquí, Matei (interpretado por un siempre eficiente Tim Roth) comenzará a hurgar sobre su pasado amoroso y se topará con un presente tan inesperado como insólito. Con algún tinte poético, Coppola pondrá el foco en el caso de Matei, sin hacer demasiado hincapié en el clima del nazismo y ofreciendo un pantallazo leve de los sucesos históricos sólo a través de las tapas de los periódicos. La historia se torna lenta en la segunda mitad y da la impresión que, con media hora menos, Coppola hubiese redondeado una muy buena película. Sin embargo, la falta de dinámica en el relato hace lo suyo para que el filme quede a punto de desbarrancar. La apuesta poco usual del director a abordar cierto realismo mágico es ambigua, porque si bien es loable asumir riesgos no es lo que mejor resuelve, al menos en esta producción, que precede a la polémica y aún no estrenada “Tetro”.