El actor de la famosa telenovela turca ¿Qué culpa tiene Fatmagül?, Engin Akyürek, protagoniza Kerem, hasta la eternidad, la nueva película de Çağan Irmak.
Kerem (Engin Akyürek) es un joven y exitoso diseñador de interiores, casado con Yesim (Hilal Altınbilek). Ambos tienen un único anhelo: tener un hijo. Algo que se ve complicado debido a problemas de fertilidad. Es por eso que Kerem decide realizar un viaje junto a su esposa para poder “desconectar” un poco la cabeza. En el camino, mientras conduce, un niño se cruza repentinamente frente al automóvil ocasionando un accidente. Allí, su mujer y el niño pierden la vida.
Apenas despierta en el hospital, Kerem comienza a tener visiones de aquel pequeño y de otro espectro. Completamente seguro de que lo que ocurre no es producto de su imaginación y de que el chico realmente lo está hostigando, decide aislarse de su trabajo y regresar al pueblo de sus suegros. Allí se comenzarán a revelar oscuros secretos sobre el pasado del protagonista, quien además recurrirá a la Abuela, una señora que vive en un pueblo alejado de todos, con la capacidad de enfrentar hasta los demonios más abominables.
Kerem, hasta la eternidad no tiene un rumbo fijo. Lo que en un principio parecía ser un drama, comienza a volcarse hacia algo más bien romántico, para luego optar por un thriller y finalizar con un pseudoterror. Çağan Irmak parece no tener muy en claro qué pretende realizar con esta película. Los saltos entre cada género producen que muchas situaciones, que en un principio parecían tener importancia (como el hecho de que el matrimonio no podía tener hijos), queden completamente en el olvido hacia el final.
Otro de los problemas que presenta el film es que la versión que llegó al país es doblada al español. Estas voces hacen que el trabajo actoral pierda fuerza y ciertas reacciones se vuelvan poco creíbles. Aun así, no se le puede echar por completo la culpa al doblaje, ya que las actuaciones en sí se muestran bastante flojas a lo largo de toda la película. Los actores parecen igual de perdidos que el guion en casi todo momento, lo que hace que las situaciones sean aún menos factibles.
Otra de las cosas que hace que este producto turco parezca poco verosímil, son los monstruos creados mediante CGI. Acá estos espectros parecen más bien sacados de una película de terror de los años ’90 que de la época actual. Posiblemente el mayor inconveniente sea con el demonio principal. Lejos de causar miedo -que debería ser lo principal en este tipo de género-, provoca sensación de incredulidad y también, para ser honestos, un poco de gracia.
La película podría haber funcionado un poco mejor si se dejaba algo librado a la imaginación del espectador, pero Çağan Irmak optó por mostrar cada detalle, sobre todo de los espectros. Estos, al no estar bien realizados mediante CGI, hacen que se pierda verosimilitud y que se vean situaciones más bien bizarras y/o cómicas que espeluznantes. Si hubiese optado (como lo parecía en un momento) por un thriller, el resultado hubiese sido diferente. En cambio, hacia el final decidió volcarse de lleno al terror, algo que terminó por desencajar por completo en una trama ya, de por sí, floja.