Kóblic

Crítica de Eliana Giménez - A Sala Llena

El director Sebastián Borensztein vuelve a reunirse con Ricardo Darín luego de haber trabajado juntos en la exitosa película Un Cuento Chino. Esta vez Darín interpreta a un piloto de la Armada llamado Kóblic, de ahí el título del film, que buscar esconderse en un pequeño pueblo de Argentina. Allí se encontrará con su contraparte el Comisario Velarde, encarnado por un gran Oscar Martínez que está casi irreconocible gracias a los bigotes, la panza y un pelo grasoso que le dan un look totalmente desagradable.

La ambientación del film está realizada con mucho detalle, desde los carteles de la ciudad hasta los autos, por lo que no resulta difícil trasladarse a esa época oscura de la historia argentina. Una época que ha sido retratada numerosas veces en el mundo del cine y desde variadas perspectivas, principalmente la de las víctimas. Pero Borensztein decide salirse del molde y contar algo distinto. Es decir, hablar sobre los terribles “vuelos de la muerte” y poner el ojo en un piloto que participó en uno de ellos.

Y lo lleva aún más lejos, sin reivindicar en absoluto al personaje, al mostrar cómo Kóblic se niega a abrir la puerta para que tiren los cuerpos inconscientes de las víctimas. No puede hacerlo, ha volado hasta el lugar pero cuando llega el momento clave simplemente no puede. Esta pequeña vuelta de tuerca, aunque no lo trasforma mágicamente en una buena persona (después de todo llegó hasta ese punto a sabiendas de lo que iba a suceder), sí lo humaniza y elimina ese concepto del “malo malísimo”, de la escoria del planeta. Tuvo un momento de conciencia.

Aparte de la historia pasada de Kóblic, y su tumultuosa lucha interna que Darín muestra con apenas un primer plano de su rostro, la película presenta un juego del gato y del ratón entre él y el Comisario Velarde. Se desconfían, se buscan, se esquivan y juegan con el otro tratando de ser el vencedor. Desde el primer instante en el que se conocen, se puede sentir el comienzo de una gran rivalidad.

Velarde es absolutamente desagradable, desde su apariencia hasta su corrupción sin límites, lo que no genera ningún tipo de empatía por el personaje. Pero tal vez hubiera sido interesante meterse un poco más en su vida, en su rutina, en sus razones por ser tan poco ético y corrupto. Pero sí se lo puede ver detrás de Kóblic, queriendo aplastarlo.

Prácticamente el único personaje femenino es interpretado por la española Inma Cuesta, al escucharla hablar ni de por casualidad uno pensaría que proviene de otro lugar que no sea el campo argentino. Ella es uno de los pocos lazos verdaderos que Kóblic genera en ese pueblito y su historia triste sirve como otro recordatorio de cómo los predadores viven escondidos a plena vista.

Kóblic es prueba de que siempre, por más veces que se haya contado una historia o una época determinada, se puede encontrar la vuelta y enfocarse en un tema poco trabajado (como es en este caso los vuelos de la muerte) y desde una perspectiva que parece casi inesperada (la de uno de sus pilotos militares). Todo surge desde una simple pregunta, ¿qué hubiera pasado si uno de esos malditos pilotos hubiera dicho “no puedo hacer esta atrocidad”?