Kóblic

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Decir que no y aguantar todo

Tomás Kóblic podría ser un tipo común, pero no lo es. Es un piloto de la Armada que, en plena dictadura de los años 70, se fuga a un pueblo perdido llamado Colonia Elena y no quiere que nadie sepa que está allí. ¿De qué escapa Kóblic? Esa es la primera pregunta que se hará el espectador. En ese andar pausado de todo paraje pequeño cercano a la ruta, Kóblic intentará pasar desapercibido, pero le saldrá todo al revés. Primero porque el comisario Velarde (magistral composición de Oscar Martínez), que es el más poderoso del pueblo, sospechará de él. Después, porque Kóblic volará con una avioneta fumigadora, se le romperá el motor en la ruta, y no sólo se topará con Velarde sino que todo el pueblo se enterará de su existencia. Y por último, porque tendrá un romance con Nancy (Inma Cuesta, impecable), que está en pareja con un matón que no se bancará el engaño. “Kóblic” no llega a ser una gran película, pero tiene lo suficiente como para mostrar la historia de un hombre que lucha contra un sistema militar perverso, pero, sobre todo, lucha contra sí mismo (buen rol de Darín). Quizá le faltó a Borensztein darle un anclaje histórico más concreto y explicar por qué se llevaban a cabo los vuelos de la muerte, una práctica de la dictadura sobre la que no todos tienen la debida información. El final tiene algo de western y de héroe urbano. La calma chicha del pueblo se rompe y todo se transforma. O quizá Tomás Kóblic muestre realmente cómo es.