Hay recursos que sin ser novedosos son efectivos. Y “La abeja Maya” es un claro ejemplo. La película, enmarcada en los registros más clásicos de la animación, es ideal para el público infantil. Porque sin tener la opulencia del cine industrial de Hollywood o de las productoras como Disney y Pixar, deja una moraleja saludable. La historia se basa en el libro “Las aventuras de la abeja Maya”, de 1912, y gira en torno de una abejita que sale del panal y, simplemente, quiere hacer lo que le gusta y no lo que le dicen. “Las abejas no sueñan”, le dice una institutriz que le pondrá de nombre Maya, sólo porque es el que corresponde a su número de nacimiento, el 396. La abeja irá conociendo el mundo, las desigualdades, las amistades, entre ellas un saltamontes músico que le enseña a cantar, y también los colores de la pradera. Hasta que, por obra y gracia de la villana de turno, caerá como sospechosa del robo de la jalea real. Y ahí sí que la cosa se pone complicada. Porque deberá demostrar que es inocente y además ir en búsqueda de justicia. En una espiral narrativa que desemboca en la figura de la heroína, los directores encontraron la vuelta necesaria para que la película tenga ritmo y culmine con un mensaje superador. La libertad y la rebeldía es clave, en un guiño para niños y grandes.