La ballena

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

Lograr la excelencia tiene riesgos. Sobre todo en el mundo del espectáculo, donde el público endiosa y demoniza con mucha facilidad. Con su personaje de Charlie en el filme `La ballena', Brendan Fraser (el mismo de `La momia' y `George de la selva') alcanza la perfección de su oficio: interpretar un personaje inolvidable en cuerpo y alma. Como otrora hicieran Javier Bardem en `Mar adentro', Daniel Day-Lewis en `Mi pie izquierdo' o Eddie Redmayne en `La teoría del todo'. Personajes que emocionan mientras se los conoce y que nos hacen suplicar cuando visualizamos su desenlace. ¿Cuál es el riesgo entonces de semejante logro? La imposible tarea de continuar ese nivel de interpretación en lo sucesivo.­

En `La ballena', Charlie es un profesor de literatura con obesidad mórbida que ve cómo su vida llega al ocaso físico. Sus casi trescientos kilos lo fueron acorralando hasta postrarlo en un sillón primero y en una silla de ruedas, después. Y sin ánimo de mejorar, comienza una introspección que lo llevará por un intento de recuperar el amor de su hija, a quien sus decisiones, por lo que cuenta, han alejado hasta el abandono.­

­SOLO DOLOR­

Todo es dolor y sufrimiento en el filme dirigido por Darren Aronofsky y basado en la novela homónima de Samuel D. Hunter. Sin lugar a las alegorías ni metáforas, todo se vuelve explícito en la vida de Charlie. Y mientras lo vemos trabajar como profesor de la Universidad por zoom con un aceitado tempo para persuadir a sus alumnos, también sentimos su esfuerzo a la hora de mover el cuerpo por su derruida casa como así también su voracidad a la hora de comer las pizzas que encarga por delivery. Porque en conclusión, la historia no es más que una postal de las ruinas de un hombre que perdió todo por amor. En otras palabras, una película paradigmática que enseña cómo hacer poesía con el drama y la decadencia.­

Entonces `La ballena' puede generar contradicción. Por qué ver una película que no nos va a generar ni un ápice de alegría. Y ahí ponemos todo lo artístico en primer plano porque lo literario nos hará sufrir. Una actuación inolvidable de Fraser (engordó unos veinte kilos para el personaje, el resto es producto de los efectos especiales) que lo posiciona como firme candidato al Oscar, una historia inolvidable que enseña los fantasmas que pueden convivir en la cabeza de cualquiera de nosotros, una dirección de lujo para contarnos de manera ágil una historia contrariada y poco fluida, y por sobre todas las cosas, porque al terminar sus casi dos horas de duración el filme queda como una referencia cinematográfica a futuro.