Los prejuicios muchas veces sobrevuelan el aura de una película. Especialmente si se trata, por ejemplo, del arte de tapa, la temática o, como en este caso, el olvidable y repulsivo título: La batalla de los sexos (Battle of the Sexes, 2017), de los talentosos directores Jonathan Dayton y Valerie Faris.
A simple vista, si alguien toca de oído, cualquier despistado podría optar por desechar la idea de pagar una entrada e ir a ver la película a una sala. Sin embargo, si por algunas de esas extrañas razones algún prejuicioso aplica esa lógica con La bata de los sexos, seguramente se pierda de ver y disfrutar de una excelente pieza cinematográfica.
Al igual que lo hicieron en la recordada y premiada Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006), el matrimonio de directores estadounidenses vuelve a realizar una comedia dramática reflexiva con una intensa y potente crítica social, en este caso a través de las cuestiones de género y libertad sexual. Todo eso sin dejar de llevar al espectador por un viaje emocional y entretenido.
La película está basada en un hecho real de la década de los setenta. El 20 de septiembre de 1973 se realizó un famoso partido de tenis de exhibición, denominado por los medios estadounidense como La batalla de los sexos. El match tuvo como contrincantes a la número uno del tenis femenino de ese entonces, Billie Jean King (Emma Stone), y al excéntrico, detestable y ex campeón de Wimbledon Bobby Riggs (Steve Carell).
El elenco tiene actuaciones sólidas y conmovedoras. Si bien no tienen muchas escenas juntos, salvo las del final, el dúo protagónico la descose en cada uno de sus papeles. Sin lugar a dudas, la actriz ganadora del Oscar en la última de edición tiene algo que obnubila y obliga al espectador a mirarla y prestarle atención constantemente. Su interpretación muestra una vez más su versatilidad para interpretar cualquier tipo de género o papel.
En La Batalla de los sexos el partido de tenis funciona como una excusa perfecta para llevar adelante el argumento de la historia y dar a conocer el contexto de la época, un tiempo en el que la mujer era considera inferior al hombre en todos los aspectos. Sin embargo, ese es uno de los puntos más determinantes, porque la película duele y entristece al mostrar que después de cuarenta años la mujer aún debe continuar luchando por sus derechos en una sociedad patriarcal sin igualdad de género.
El trabajo técnico realizado por Dayton y Faris y la impecable e inteligente labor en el guión de Simon Beaufoy sorprenden por la facilidad y efectividad que tienen para desarrollar una historia amena y divertida, pero que logra concientizar sobre las cuestiones de género.