La bella y la bestia: Y también las atracciones de un lujoso cabaret.
Es el día. La esperada adaptación del clásico que estrenara Disney hace ya 26 años, obteniendo el honor de ser nominada a mejor película en 1991 (aún no existía la categoría Mejor Animación) y que fuera parte del llamado “Renacimiento de Disney”, llega a las carteleras.
Estamos ante un nuevo periodo de la casa del ratón, donde se desarrolla una re-imaginación de su inverso animado en películas live action, iniciada allá lejos y hace tiempo con 101 Dálmatas en 1996 y su secuela, y seguida con otras piezas clásicas como Alicia en el país de las maravillas (2010), la historia jamás contada en Maléfica (2014), La Cenicienta (2015), todas ellas con diestros amanuenses como Tim Burton, Kenneth Branagh, Jon Favreau y el ascendente David Lowery, que también se encargará de traer a Peter Pan a la tierra del live action. Pues bien, ahora es el turno del clásico basado en la historia original de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, con guión de Stephen Chbosky (quien llevó al cine el musical Rent– 2005) y Evan Spiliotopoulo (con varios trabajos menores para Disney, además del Hércules– 2014 con Dwayne Johnson en su papel protagónico) y con la dirección de Bill Condon, quien posee un variado trabajo filmográfico entre los que se encuentran la recomendable Dreamgirls (2006), The Twilight Saga: Breaking Dawn – Parte 1 y 2 y la hermosa Mr. Holmes en 2015, que nos obsequiara con Ian McKellen como protagonista.
La historia básicamente es la misma que se conociera en su versión animada; una hermosa joven llamada Bella acepta alojarse en un castillo con una bestia a cambio de la libertad de su padre. La bestia es, en realidad, un príncipe hechizado. Para romper el hechizo, deberá ganarse el amor de una preciosa dama antes de que caiga el último pétalo de una rosa encantada. Hasta allí parece poco necesaria esta nueva adaptación si no fuera por el contexto que crearon a los eventos que narraran en la animación, y lo que al principio es una verdadera fiesta, pronto se transforma en un canto elegíaco a la nostalgia de un universo que supieron cultivar hace tiempo, casi legendario, en que en las princesas eran jovencitas en busca de su destino a pesar de. Que se entienda, desde el comienzo amamos las animaciones de la casa, en especial aquellas que buscaron hacer la diferencia como Pocahontas (1995), pero que no resignaban el ser algo conciliadoras y en definitiva y tras tantos avatares no dejaban de expresar cierta conformidad con la existencia que alcanzaban. Ellas siendo rescatadas por ellos de esa vida y, por sobre todo, amadas. La sed de aventuras era automáticamente saciada cuando encontraban al príncipe y con ellos se casaban y vivían felices. Con todo eso, en Bella buscaron una joven moderna, una que enfrenta su destino ominoso e incierto, además de ser la única que rechaza la mano del héroe del pueblo, Gastón. Personaje fascinante si los hay en la larga lista de villanos de la casa Disney. Pero en fin, continuemos. Con la apertura, que reconoceríamos en cualquier parte, nos adentramos a esta nueva versión ya dejando detrás todo lo sabido. Sumergirnos es también un voto de confianza que realizamos puesto que esperamos nos sorprenda.
Con esa apertura, mucho más extensa, tenemos la presentación de algunos de los personajes principales, y entre ellos el tan mentado primer personaje gay de la historia de este conservador Disney. Y voy a disentir desde aquí sobre cómo es tratado y retratado este LeFou, interpretado por Josh Gad, ya que el mismo deja de ser un segundón tribunero del malvado Gastón para convertirse en un enamorado secreto que lo sigue con la ceguera de lo imposible y bello. Una suerte de amigo gay enamorado del bonito, que guarda ese secreto con celo y por eso será su máximo defensor. Algo básico, por solo comenzar, es LeFou, que tiene todos los estereotipos de esta visión homosexual y no solo en lo amanerado, ya que también caerá en la típica referencia histérica de que al ser rechazado, y solo ahí, descubrirá el verdadero mal que el galán sustenta. Es él quien puede detener el incipiente mal carácter de Gastón, algo ridículo si este personaje es el villano de turno y que para hacerlo recurre a recuerdos de violencia y guerra. Porque este personaje al que da rostro Luke Evans con una excelente performance, parece algo a la deriva y con poco lustre. Es bello y fuerte, un narcisista y psicópata que quiere o cree que tiene el derecho de casarse con Belle, considerada la rareza del pueblo y la más bella, por cierto; pero en su búsqueda de realizar semejante objetivo no muestra la misma malévola planificación que su alter animado. Él es todo lo que un bonito y musculoso puede tener de estúpido según las convenciones ya largamente conocidas, si seguimos hablando de estereotipos, pero que en la animación mostraba una resolución implacable en su cometido, siendo capaz de cualquier cosa por obtener su deseado premio. Aquí no pasa de un agraciado y dotado capitán que obrará a veces sin ningún sentido. Ya verán la escena del bosque con el padre de Belle y su final y se preguntarán hacia dónde conducía eso. Gastón nunca haría algo que estropeara su fama de héroe del pueblo solo por un arrebato, sin embargo lo hace y sin finalidad, ni siquiera en la continuidad del relato.
Básicamente este dúo fue creado para ser la contrapartida de los buenos de la historia, pero sus caracteres redundantes los hacen ver forzados y más de una vez innecesarios, aunque es de destacar el trabajo actoral de Luke Evans y el esfuerzo que hace Josh Gad por darle carisma a LeFou.
Comentaba mi compañera @_DaniSalinas en su reseña del film el carisma puesto por Emma Watson en su interpretación de Belle y de cómo por momentos se antojaba algo acartonada, de lo cual nos hacemos eco, puesto que sabemos que la joven es una solvente actriz y que realiza una encomiable actuación, más aún proviniendo de un personaje creado con ciertos matices bastante lejanos a sus convicciones. Ya se ha hablado, y ella lo ha hecho mucho, sobre cómo intentó dotar al personaje de su pensamiento feminista. Pero también hay que admitir que los guionistas quisieron darle tanto vuelo en sus atributos a Belle que parece más una enciclopedia que no terminan de definir. Momentos como su inventiva, la escena del lavado de ropa, en que enfrenta al ignorante vulgo con su versión dieciochesca de un lavarropas, hacen del personaje un compendio de virtudes que no suman en absoluto a la historia, nunca más usa su ingenio en la trama. Ni que hablar de su pasado, el que ignora y que el padre no aclara, sino que no hace más que acrecentar confusión en la narración. Y si de pasados hablamos, es la infancia del príncipe la que más ruido produce, porque en ella se intenta exculparlo de su odioso egoísmo. Ese mismo egoísta y narcisista comportamiento que lo lleva a la maldición, quitándole a ésta el peso que se merece.
Los personajes tienen un contexto, el film no se sostendría entonces, ni tampoco su finalidad, de eso no hay queja alguna, de hecho se agradece que los doten de una historia que enriquezca el conjunto, pero que se utilice esto para quitar culpas es tan absurdo como la Maléfica que destrozaron Linda Woolverton, Paul Dini y John Lee Hancock con su relectura del personaje.
Detalles, detalles y más detalles se podrían escarbar; algunos quizás hacen más ruido que otros, como los antes mencionados en cuanto a los personajes y ciertos pasajes, pero tenemos que admitir que a pesar de esto, Bill Condon, hace un acercamiento extraordinario al imaginario universo animado que creara Disney, que ayudado por una preciosa banda de sonido y nuevas canciones del oscarizado Alan Menkel, logran en su conjunto una excelente película que disfrutarán sin problemas, a menos que sean unos quisquillosos como este humilde reseñador, que esperó un poco más de quienes lograron ese magnífico The Jungle Book en 2016 con Justin Marks en las letras y Jon Favreau en la dirección. Merecen un apartado Tobias A. Schliessler con su fotografía y Sarah Greenwood con el esplendoroso diseño de producción, que junto con el diseño de vestuario de Jacqueline Durran logran una excelente y minuciosa puesta del siglo de las luces que tanto fascina. La aparición de la diva Audra McDonald y su inconfundible voz, como lo es también la de Emma Thompson, que aunque sea una tetera la mayor parte del tiempo es una digna heredera de la señora Potts original (Angela Lansbury), Ewan McGregor, Ian McKellen, Stanley Tucci y Gugu Mbatha-Raw hacen lo suyo con arte y acento, casi tan perfectos que uno recuerda las voces originales de la animación, arte por lo demás característico de la filmografía de Disney.
En conjunto es un buen film que divierte pero que carece de originalidad, y lo que quisieron imprimirle no resulta del todo ameno. Eso crea cierto desencanto, puesto que queda entre lo hacemos exactamente igual o completamente original, un gris que le resta y lo vuelve un film más de tantas remakes.