Y que la magia esté contigo
Disney y Kenneth Branagh nos traen La Cenicienta (Cinderella, 2015), una nueva y fiel versión del clásico animado de 1950, pero esta vez live action (es decir con actores reales), que logra plasmar a la perfección la magia del cuento, al igual que los otros dos conceptos que predica el film: bondad y valentía.
Todos conocen la historia de Cenicienta: Ella, Lily James, pierde a sus padres quedando bajo el cuidado de su cruel madrastra y sus odiosas hermanastras, quienes la obligan a realizar las tareas serviles de la casa. Conoce al príncipe, baile real, zapatito de cristal y felices para siempre.
Las versiones de este mismo cuento, entre ellas la de los Hermanos Grimm, y por supuesto la de Disney, encarnan desde las facetas más sangrientas y macabras hasta las más inocentes. En el terreno de la adaptación cinematográfica, Cenicienta fue llevada a la pantalla grande en distintas ocasiones entre las que cabe recordar Por siempre Cenicienta (Ever After: A Cinderella Story, 1998) protagonizada por Drew Barrymore, quien encarna a una Cenicienta rebelde en un marco que se aleja del mundo fantástico para situarse en la edad media, y por otro, aquel bodrio para adolescentes que ocurre en la actualidad y en donde Hilary Duff trabaja en un restaurante de comida rápida y conoce a su príncipe por internet.
Esta Cenicienta contiene todos los elementos de los cuento de hadas, y aunque no resulta tarea fácil convertir una película fantástica animada en una live action, Kenneth Branagh sale airoso del reto, reforzando estos elementos con un exquisito retrato del reino y la caracterización de sus personajes.
Aplausos para quienes castearon a Cate Blanchett y Helena Bonham Carter, quienes se destacan en sus roles de madrastra y hada madrina, apropiándose de los personajes y otorgándoles incluso, una impronta propia. Lo mismo puede decirse de su protagonista, Lily James, al encarnar el balance perfecto de Cenicienta, sin caer en la típica carilinda que perfectamente podría haber quedado seleccionada para el papel.
La voz en off del hada madrina, que funciona como relatora del cuento en conjunto con la primera impresión visual del reino, establecen desde el comienzo que tipo de adaptación vinimos a ver, y con que tipo de protagonista nos encontraremos: La princesa de los primeros años de Disney, buena, inocente y obediente, sufre en silencio por sus desgracias, pero su bondad y respeto no la llevan a quebrantar las normas. En años posteriores, estas se convierten en mujeres mucho más independientes y alejadas del concepto de damisela en peligro que encarna la princesa de Kenneth Branagh. La misma dinámica se repite con el personaje del príncipe, (Richard Madden), el tipo de personalidad propio de estas primeras películas.
La Cenicienta nos retrotraerá inevitablemente a nuestra infancia, y, aunque todos estén familiarizados con la historia del zapato de cristal, el film consigue generar en el espectador la intriga por saber si logrará llegar a su casa antes de las doce, y si al final vivirá feliz por siempre junto a su príncipe.