Todos conocemos el cuento de “Caperucita Roja”. Aunque nunca nos hayan leído el cuento siendo pequeños, llegó a nosotros por el cine, la televisión y los medios que se les ocurran. Como todo icono pop.
Si bien el trasfondo siniestro del cuentito —escrito por Charles Perrault y más tarde adaptado por los Hermanos Grimm— dio pie a films adultos (En Compañía de Lobos, de Neil Jordan, y Hard Candy, por nombrar dos ejemplos), La Chica de la Capa Roja se presenta como la versión dark oficial de la historia.
La acción transcurre en Daggerhorn, un pueblito medieval, rodeado por un bosque. Un bosque en el que mora un gigantesco lobo, de carácter sobrenatural. Para que no los devoren, los habitantes de Daggerhorn sacrifican animales en su honor. Por su parte, la joven Valerie (Amanda Seyfried) debe elegir entre dos muchachos: Henry (Max Irons), que por su posición económica puede asegurarle un buen porvenir, y Peter (Shiloh Fernandez) misterioso leñador al que realmente ama. Pero todo se complica más cuando la bestia rompe el pacto y empieza a comerse a los pueblerinos. Y la pobre Valerie será el interés principal del hocicudo monstruo.
La Chica... está dirigida por Catherine Hardwicke. Si bien filmó películas como A los Trece, la grandiosa Los Amos de Dogtown y El Nacimiento, su trabajo más exitoso (al menos, desde lo económico) sigue siendo Crepúsculo. Es posible encontrar varios puntos en común entre su nuevo opus y la historia de Bella Swan y Edward Cullen: hay criaturas de la noche, romance contenido (ojo, por lo menos esta vez se ve algo más de piel), actúa Billy Burke, Shiloh Fernández casi se queda con el rol que convirtió en ídolo juvenil a Robert Pattinson... Pero, sobre todo, La Chica... responde a las obsesiones de la Hardwicke: el mundo de los adolescentes, incluyendo su relación con los adultos, el amor, la alegría, el dolor, la pérdida.
Lamentablemente, varios aspectos convierten a este film en uno de los más flojos de la directora. El guión —que juega con el recurso narrativo conocido como Whodunit?, en el que recién al final se sabe quién es el culpable de todo— deja bastante que desear. Irons y Fernández resultan parcos y carentes de onda como los galanes de Valerie. La mayoría de los movimientos de cámara no aportan nada a la narración, y los lobizones digitales siguen sin ser creíbles.
Pero no todo es para tirar a la basura. Lo mejor, sin dudas es la protagonista. Amanda Seyfried no actúa tan bien como otras veces, pero es una preciosidad de chica y uno no puede dejar de verla. Con la indumentaria roja es una auténtica caperucita teenager. Gary Oldman interpreta al Padre Solomon, cazador de licántropos que llega al pueblo para terminar con la pesadilla usando métodos dignos de la inquisición. Oldman tampoco está genial, pero se la arregla para componer otro de sus típicos villanos. Virginia Madsen también sale airosa, y de verdad parece madre de la Seyfried. Y no olvidemos destacar a la “abuelita” de la ecuación: Julie Christie, que le da un toque esotérico y hasta peligroso a su personaje.
La Chica de la Capa Roja es parte de una tanda de adaptaciones cinematográficas de cuentos infantiles, pero desde una óptica “para los más grandes”. Dentro de poco le tocarán a Hansel & Gretel y a Blancanieves. Esperemos que tengan mejor suerte.