A sus plantas rendido un lobo
Tiene suspenso, terror, romance y fantasía, como algunos de sus condimentos genéricos principales. También reúne algunos buenos aditamentos técnicos: una lograda fotografía de paisajes boscosos y montañosos nevados, una buena banda sonora de efectos, y un diseño escenográfico donde se aprecia el ingenio puesto para edificar un pueblo medieval con maderas, hierro y pieles, que ayude a crear la atmósfera de soledad primitiva a la que están expuestos los personajes que hacen de víctimas del hombre lobo.
La chica de la capa roja intenta contar una vieja historia de una manera original. Hay una bella jovencita ante la cual el enorme y feroz animal que está asesinando a los aldeanos, ha mostrado un lado vulnerable. Hay un secreto enterrado que el espectador y la protagonista tienen que develar, además de tener que detener la horda de ataques a los que están siendo sometidos tantos inocentes. Mientras tanto, Valerie (así se llama ella) tiene que debatirse entre el mandato de una madre que le arregló el casamiento pensando sólo en el bienestar económico, y el deseo de consagrar el sentimiento que la une a un muchacho de su misma condición social.
Aunque no tiene un final fácilmente previsible, aunque produce auténticos espasmos de emoción, aunque los actores son buenos, este filme tiene algo de artificial que le impide ser todavía mejor.
Quizá se deba a la calidad o al uso que se dio a los efectos especiales, o tal vez al modo en que se emplean algunos simbolismos que aparecen como vaciados de contenido (el caso de la capa roja sobre la nieve inmaculada es el más flagrante), o tal vez la permanente sensación de que se asiste a un espectáculo que no se define entre ser cine o ser teatro.
Pero es probable que a mucho público ese tipo de detalles no le hagan “ruido”, y sean capaces de disfrutar La chica de la capa roja de una manera totalmente distinta.
Afortunados, ellos.