El verdadero drama en Iraq
Frenético thriller dirigido con mano sabia por el siempre confiable Paul Greengrass, quien anteriormente nos deleitó con otras obras como United 93 (2006), The Bourne Supremacy (2004) o The Bourne Ultimatum (2007), con ésta última merecedora de la mejor calificación. Ahora llega con un drama bélico muy realista sobre los días posteriores a la invasión estadounidense en Iraq, generando un clima excelentemente caótico y propicio para la acción que allí se da lugar. No hay exceso de belicosis, y, cuando se habla, se habla en serio (bien a lo Greengrass, aunque el guión no sea suyo). Pero, principalmente, y lo que más se agradece, es que se reprueba la belicosis.
A diferencia de la propagandística y edulcorada The hurt locker (2008), ganadora -pero no merecedora- del Oscar 2010 a Mejor Película, Green Zone manipula la información de una manera muchísimo más cuidada, con la intención de no caer en el peor error que caracterizó a la sobrevaloradísima cinta de Kathryn Bigelow: la ambivalencia de la hipótesis.
Greengrass, con su ya reconocida cámara en mano, practicamente intenta documentar cada segundo de lo que sucede en la Zona Verde -desde los entramados políticos que encaminaron una de las más reprobables movidas del gobierno de George W. Bush, hasta las mismas instalaciones del lugar, haciendo un contraste genial respecto a la situación sociopolítica que se desata fuera de los muros-, con el fin de exponer la idea inequívoca de lo que sucedió en aquellos meses del 2003 que marcaron un hito en la historia.
A la fórmula Bourne (Damon-Greengrass) no se le escapa una. Damon nuevamente está soberbio en su papel (ya se está convirtiendo en el favorito de este blog, en lo que a intérpretes contemporáneos se refiere, por su camaleónica forma de adaptarse a cada personaje), aunque se reconocen ciertos rasgos (¿adrede?) de Jason Bourne. Por su parte, el dire apunta cada ítem de la composición visual a su tésis, como un todo que termina definiéndose -o diluyéndose suavemente- en las secuencias de acción tan bien rodadas, como las de las dos escenas iniciales.
Y hacemos hincapié en la "tésis" argumentativa porque, si la comparamos maliciosamente con la reciente ganadora de la inocente Academia hollywoodense, claramente ésta última sale perdiendo. Cuando The hurt locker aplaude a esos héroes que están resignados a tomarse la "droga del hombre" que es la guerra, Green Zone intenta apartarlos del campo de batalla, poniéndolos en situaciones más humanas e icónicamente superiores a la inquieta cámara de Bigelow. La forma en la que el Jefe Roy Miller (Damon) va encontrando las respuestas, sin caer en la típica "verdad-absoluta-del-protagonista-inocentón", es un claro ejemplo de esto que se menciona. Y el desenlace de la película es otro excelente ejemplo, con el secuestro y el comunicado de prensa mostrados en montaje paralelo, denostando una calidad narrativa superior a la interesante pero unidireccional propuesta de Bigelow.
Ya dejando de lado la comparación a la que se presta el género y el guión, y que además permite aclarar que la cinta no recibió buenas respuestas en Estados Unidos precisamente porque, tal y como lo dijo un colega, los ciegos ciudadanos norteamericanos "prefieren la imagen de héroes que se muestra en The Hurt Locker" (a lo que yo agregaría que más bien es lo que les quieren imponer desde las campañas propagandísticas), pasamos a hacer valer los dotes del último trabajo de Greengrass.
Se destaca el diseño de arte, creando esas locaciones tan reales para alterar el orden de una manera muy creíble y aplaudible. Como decíamos, la escena inicial con el bombardeo a Bagdad de fondo (¡qué oportuno ese zoom-in, Paul!), es genial, y también se destaca el hecho de que casi no hay banda sonora, lo cual impregna aún más de realismo la trama bélica.
Pero lo que más se aprueba es el ya mencionado contraste entre lo que sucede dentro del muro y en la resistencia. Greengrass juega al desentendido filmando la conversación en la piscina del hotel, o la de la habitación de la reportera del Wall Street Journal, para que uno diga "mirá vos, qué lujazo es ese lugar", mientras secuencias anteriores muestran al ejército estancado en un tránsito provocado por gente que ruega tanques de agua para subsistir. Aquí, los tiranos son los visitantes, no los locales.
Aquí no hay escenas en las que una anciana lugareña engaña a un capitán en su mercado mientras esconde una bomba; aquí, en busca de defender la integridad de su país, un lugareño filtra información a un soldado extranjero que aún así parece de confianza. Aquí cada fotograma está impregnado de desesperación basada en la crisis humana que supone la invasión estadounidense (planos aéreos al barrio de Adhamiyah), buscando dejar expuesta la soberbia tiranía de la Autoridad Provisional de la Coalición (plano aéreo al Palacio Republicano), no de desesperación por estar "Oh! atrapado en este infierno..." (véase "El infierno de los beligerantes").
También se yuxtapone esa enmarañada demostración de la complicidad de la prensa, tan culpable como los impulsores de la movilización, algo que además de arriesgado se materializa como oportuno, ya que no intenta hacer de eso un descubrimiento de la pólvora como sí pasó con el burdo recurso de la cita de Chris Hedges en el comienzo de la ahora inferior película que ponemos en comparación.
Green Zone no sólo enaltece la imagen de Greengrass como realizador realista y frenético buscador de la documentación de su mundillo ficticio, sino que además, mientras se juega como un producto creíble y atractivo por su factura técnica y sus buenas secuencias de acción, demuestra que algunos ya galardonados todavía deben aprender mucho sobre incursionar en el género bélico. Y, si bien se le puede atribuir mucho de la saga Bourne (el reparto se adapta muy bien pero conserva la escencia de ésta última), y le cuesta empezar, mantiene un toque indiscutido de originalidad puesto a merced de los defensores de una verdad política muy cuestionada por cuestiones del mismo tipo. He ahí su poca repercusión a nivel global. No aprendemos más...