Un trámite desgastante
Pocas actividades más desgastantes que hacer una cola. Ahí mismo nació Félix Cayetano Gómez un 7 de agosto en Liniers, mientras su madre esperaba para ingresar al santuario. Tal vez por eso sea que el propósito en la vida de Félix (Alejandro Awada) sea dedicarse a hacer colas como gestor, mientras busca -sin hacer demasiado- que los coleros tengan personería gremial en la CGT y la plata suficiente para un viaje de visita a su hija, que dijo haberse ido a vivir a Francia pero sobrevive en Buenos Aires promocionando suscripciones a contenidos sexuales por SMS en videos donde muestra la cola.
Menos la que refiere a la de pegar, La cola hace uso y abuso de toda acepción posible de la palabra del título. Y así corren los minutos en esta comedia que sigue las tribulaciones del colero Félix y apuesta fuerte por un costumbrismo ordinario donde hay lugar para jerga urbana impostada, todo tipo de insultos (algunos, con cierto timing, mejor logrados), un acercamiento a la picaresca sexual y un inesperado costado existencialista centrado en la espera.
Los debutantes Enrique Liporace y Ezequiel César Inzaghi (también actores de La cola ) resuelven con tres poco cinematográficos monólogos a cámara de Awada la presentación del conflicto, la crisis y el desenlace de los problemas de Félix en La cola y recurren cada tanto a las imágenes oníricas donde se compara el comportamiento de las hormigas con hombres enfilados que marchan hacia un trasero de proporciones titánicas.
El paralelo puede resultar odioso, pero hacer cine es un trabajo difícil, analítico y mucho más complejo que poner el cuerpo para hacer una cola. Por más que a veces parezca hecho como un mero trámite.