La cordillera, el nuevo film de Santiago Mitre (El Estudiante, La Patota) nos introduce en el mundo de Hernán Blanco, el flamante nuevo presidente argentino encarnado por Ricardo Darín, quien entre dramas familiares, viaja a Chile a su primera cumbre de presidentes acompañado por otros líderes de la región.
Si bien Blanco apela a su nombre para exhibirse como un hombre transparente, confiable y honesto, la prensa y sus oponentes políticos critican su excesiva discreción, el no saber demasiado de él o de su forma de ejercer el rol, llegando al punto de tildar a Castex (Gerardo Romano) su jefe de gabinete, como la voz real a la hora de decidir. Sin embargo, la imagen tibia de Blanco no es el único de sus problemas. El ex esposo de su hija Marina (la siempre magnífica Dolores Fonzi), amenaza con hacer públicas ciertas cuestiones ligadas a malversación de fondos y desvío de gasto público, por lo que el presidente decide llevar a Marina a Chile, mientras definen como encarar este asunto.
Mientras tanto, en la Cumbre todos aguardan por la llegada de la figura más importante y polémica, la del Emperador, apodo asignado al presidente de Brasil. Allí el poder de decisión de Blanco también es puesto a prueba a partir de una serie de propuestas y estrategias comerciales propuestas por otros mandatarios, quienes a su vez debaten sobre lo bueno o lo malo de hacer negocios con otras Naciones, o de darle excesivo valor a ciertas figuras.
Hacia la mitad cuando el film pareciera transformarse en otro; surge el misterio y a partir de sucesos relacionados a Marina, el espectador comienza a cuestionarse esos mismos conceptos de bien y mal, de oscuridad y transparencia que la película evoca en varias oportunidades. Ya no todo es lo que parece, surgen muchas otras versiones y la inquietud se hace presente en parte del equipo de gabinete y asesores. ¿El mal existe? Y ¿qué hay más allá del mal? ¿Quién es realmente Hernán Blanco? ¿Qué es lo Real?
Dejando a un lado lo narrativo, desde lo visual y técnico La cordillera es imponente, intensa y excelente. En cuanto a lo actoral, el trío protagónico de Darín-Fonzi-Rivas se luce en sus roles, en especial esta última, ya que con pequeños gestos y sutilezas, la Luisa asesora que compone, es quien empieza a interpretar y a ubicar cuanto de verdad hay en los dichos tanto de Hernán como de Marina, y en cierta manera, su cambio de expresión hacia el final, exhibe cierta decepción frente a figuras que supieron engañarla.
La Cordillera resulta entonces un relato en tono reflexivo sobre la identidad -que desde las primeras escenas del film se pone en cuestión a través de un curioso incidente en la Casa Rosada- y sobre la idea del poder a pequeña y gran escala, a la vez que atraviesa distintos géneros cinematográficos -por momentos inconexos entre sí- para finalizar con la trama inmersa en una suerte de thriller psicológico.