El cine y la política nunca fueron ajenos entre sí. Los presidentes en especial fueron el centro de numerosas producciones, muchas veces en el marco de biopics, pero también como mandatarios de ficción, siempre con un correlato anclado en la vida real. El guionista Aaron Sorkin descolló en este subgénero gracias a Mi Querido Presidente (An American President, 1995), dirigida por Rob Reiner, y la serie The West Wing. Salvando El Apóstol (1917), el primer film animado de la historia, donde se satirizaba la figura de Hipólito Yrigoyen, Argentina no tiene tradición en largometrajes de ese estilo, de modo que La Cordillera (2017) representa una novedad.
Hernán Blanco (Ricardo Darín), recientemente electo Presidente de Argentina, llega a Chile para acudir a una cumbre presidencial en un hotel de la cordillera; un evento que reúne a sus pares latinoamericanos con el objetivo de debatir alianzas relacionadas a la industria del petróleo. Se deberá definir si respaldar al presidente de Brasil (Leonardo Franco), el más poderosos y respetado de la región, o permitir la intervención de los Estados Unidos. Blanco se verá envuelto en una serie de dilemas cuando reconoce las oscuras intenciones de algunos de sus colegas. Y como si fuera poco, debe lidiar con problemas familiares también vinculados a lo profesional: Marina (Dolores Fonzi) llega al hotel después de romper con su ex -acusado de manejos turbios-, y trae al presente cuestiones de un pasado incómodo. Demasiada presión en muy pocas horas, y con mucho por jugarse, tanto por Latinoamérica como por su propia vida.
En El Estudiante (2012) y La Patota (2015), Santiago Mitre ya había explorado la intimidad de ámbitos y personajes vinculados al poder, sin escaparle a los aspectos más incómodos. La Cordillera le permite ir más allá: la cámara permite ser testigos de los movimientos de un presidente y de su equipo, sobre todo en instancias tan decisivas. Aunque los personajes son ficticios, no vinculados directamente con ninguna figura política existente, el director pone énfasis en la verosimilitud; cada detalle le da realismo a la historia. Pero la búsqueda de Mitre no pasa por el pseudocumental, ya que la subtrama de Marina y las sesiones de hipnosis a las que es sometida le agregan a la trama un componente de misterio, de lobreguez. Este elemento no queda del todo desarrollado y termina en la nebulosa, pero consigue algunos de los momentos más inquietantes del film y deja algunas interesantes preguntas en el aire con respeto a la personalidad de Blanco.
Ricardo Darín prometía en el rol de presidente de los argentinos, y cumple con creces. Valiéndose de una de las interpretaciones más contenidas de su carrera, le da cuerpo y alma a un político que que debe mostrar su capacidad ante dos situaciones delicadas y relacionadas entre sí. Sus escenas con los no menos excelentes Érica Rivas, Gerardo Romano, Dolores Fonzi y Daniel Giménez Cacho son grandes muestras de su performance, como también la parte en la que negocia con un representante estadounidense, encarnado por un sobrio Christian Slater.
La Cordillera es un thriller político que coquetea con el thriller psicológico, y pese a no haber una cohesión entre una cosa y la otra, sigue siendo un interesante muestrario de las preocupaciones de Mitre por revelar los hilos de quienes están más arriba.