Terror gótico, a lo Frankenstein
El deslumbrante talento visual del director Gore Verbinski se diluye en las dos horas y media que dura el filme.
La premisa de La cura siniestra es tan atractiva como escalofriante: un joven ejecutivo viaja a los Alpes suizos para llevar de vuelta a Wall Street, cueste lo que cueste, al veterano CEO de una compañía que decidió ingresar en una especie de centro de rehabilitación para millonarios. Los habitantes del pueblito al pie de la montaña aseguran que nadie jamás fue dado de alta del lugar, pero el caprichoso ejecutivo igual se interna en el centro médico tras sufrir un accidente de tránsito. El protagonista enseguida construye un tirante ida y vuelta con el enigmático director de esta suerte de lujoso spa geriátrico, a la vez que busca a su jefe y entabla una relación con la única adolescente del lugar.
El joven descubre algunos secretos oscuros del pasado de este despampanante castillo montañés y empieza a perder la noción del tiempo durante su internación, pero La cura siniestra parece volverse eterna al detenerse en cada uno de esos recovecos narrativos que Gore Verbinski explica una y otra vez. El creador de la saga Piratas del Caribe había logrado el reconocimiento en Hollywood hace quince años gracias a otra película de miedo, la remake americana La llamada (que justo hoy estrena su nueva versión), pero poco tenía que ver con el terror gótico a lo Frankenstein de La cura siniestra. El deslumbrante talento visual del cineasta brilla en cada secuencia, pero las inexplicables dos horas y media de película hacen sentir en carne propia los cuestionables tratamientos perpetuos a los pacientes del castillo.