Tengo que confesarles que no esperaba mucho cuando me senté a ver este film. Suelo enojarme terriblemente con los biopics porque conllevan una serie de debates sobre “quién era la persona” que me hacen perder la paciencia porque la película siempre está ficcionada y no pretende ser la voz de la verdad absoluta. Habiendo dicho esto, también creo que el cine educa y debería haber más responsabilidad con lo que se dice o se muestra en él.
Lo que hace funcionar la película es, a mi criterio, la elección del guión desde dónde tomar a Thatcher. Abi Morgan, la misma que fuera responsable por las letras de “Shame” que tan aclamada está siendo, nos presenta a una dama de hierro en su vejez y, confundida por la demencia senil, que mezcla hechos y situaciones, pasado y presente. Con esto, el personaje que narra y hace un balance de su vida no necesariamente tiene una lectura clara u objetiva.
Por otro lado, su política autoritaria encuentra su reflejo en su vida privada, en cómo ella no se permite en ningún momento perder los estribos pero el espectador jura que ve hervir la sangre por dentro. Y es que es Meryl. Hacía tiempo que no la veía tan bien, honestamente.
Cuando vi los avances pensé que iba a ver una mezcla de “El diablo viste a la moda” con “El embajador del miedo”, pero a través de la capacidad camaleónica que tiene y de imitar acentos (perdón pero no tuvo que aprender uno, sino dos, porque Margaret tuvo un entrenador de oratoria para mejorar sus capacidades natas), logró construir una mujer que se parece mucho a lo que he visto de ella.
Phyllida Lloyd, la infame mujer que dirigió Mamma Mia!, se redime de varias culpas en esta dirección que, sin ser brillante, es íntima y romántica. Como Thatcher no puede recuperarse de la pérdida de su marido, será a través de la cámara que lo veremos salir y entrar de cuadro como testigos de que sigue ahí. El replanteo, el análisis, las elecciones como de escuchar sólo lo que ella dice de una conversación telefónica son brillantes para la construcción de la película que está claramente basada en Streep.
Jim Broadbent, gran actor secundario inglés, encarna a este dulce espejismo y nos entrega el costado humano de MT por más que ella se niega a ello. La dinámica funciona bastante bien.
El resultado es tal vez una película muy liviana que no termina de explotar al personaje ni que busca hacerlo. La juzgan, pero su perspectiva lo niega, la despiden como a una Primma Donna pero la verdad es que mostraron poco y nada de su política y mucho de su pasión. Me dio la sensación de ser una película para que la retratada se vea y no se ofenda. Son elecciones, no hubieran sido las mías. Pero, de nuevo, el cine biopic es tan ficción como cualquier otro.