Escrita y dirigida por Santiago Esteves, "La educación del rey" es una sorprendente ópera prima situada en Mendoza. Reynaldo llega a Mendoza buscando un lugar donde dormir pero gracias al hermano, más allá de su primera negativa al respecto, termina encabezando un robo menor, que se suponía fácil, a una escribanía. Un robo que sale mal pero del cual logra escapar con dinero al mismo tiempo que sus cómplices son apresados.
Esa noche escapándose de la policía pasa por el patio trasero de Carlos Vargas, un ex guardia de seguridad al cual le destruye el jardín.
En lugar de entregarlo a la policía –un ambiente que él conoce muy bien-, le propone otro tipo de acuerdo: que le arregle el jardín, aquel que destruyó y que tanto le gustaba a su mujer. Así, a la fuerza, Reynaldo pone manos a las obras y entre los dos se dará una relación maestro-alumno cada vez más cercana a padre-hijo, dónde el conocimiento que se irá traspasando no pasará sólo por saber utilizar un arma sino qué códigos y valores que no deberían ceder ante la corrupción.
Vargas tiene un hijo, un hijo que está presente la noche del altercado porque resulta ser el cumpleaños de su madre. Un hijo que ante la sorpresiva situación cree que la mejor opción es llamar a la policía y se termina yendo enojado de su casa porque su padre no iba a hacerlo. Es curioso que esta relación no necesite mucho boceto más para que quede delineada.
“La educación del rey” logra transitar con éxito a través de varios subgéneros.
Es un drama de personajes –además de la relación entre los dos protagonistas la presencia de la mujer de Vargas resulta imprescindible y muy agradable que le hará creer al menos por un rato que lo que Reynaldo tiene allí en ese hogar es una familia-, es un policial, con ritmo de thriller y una lograda tensión.
Gracias a un guion sólido y personajes bien construidos es que se consigue una película sencilla y al mismo tiempo potente. Sin duda lo más interesante son los entramados que se van hilando entre los personajes. Es antes que nada una películas de relaciones, de cómo buscamos (o no) relacionarnos y el aprendizaje que esto nos puede otorgar.
Después está lo policial y la crítica social que funcionan como un necesario contexto (y que vienen acompañadas por su necesario villano). Se expone una temática como la delincuencia juvenil sin juzgar pero tampoco disfrazando ni ocultándola. La banda sonora en ciertos momentos en los que se hace presente se torna algo invasiva pero a grandes rasgos estamos ante una muy buena y disfrutable película.
Capaz de conmover desde un lugar genuino, sin apelar a subrayados y con frescas interpretaciones, tanto del desconocido Matías Encinas como del experimentado Germán Da Silva. Un cine argentino que no necesita de muchos artilugios para contar su historia.