Un coro poco convencional
Arthur (Terence Stamp) y Marion (Vanessa Redgrave) son un matrimonio de ancianos, que han estado juntos toda la vida. Marion es encantadora y se esfuerza por tener una actitud positiva ante la vida, pesar de estar muy enferma; su esposo es muy dulce con ella y le provee todos los cuidados que su enfermedad requiere, pero es un tipo de mal carácter, intolerante, y mantiene una muy mala relación con su hijo James (Christopher Eccleston).
Marion concurre todas las tardes al coro de un centro de jubilados, actividad que adora, y donde sus compañeros la consideran una pieza fundamental. El coro al que Marion pertenece no es nada convencional, los viejitos cantan canciones de rap o heavy metal, y en esas escenas radica la mayor parte del humor de la película, no por reirse de los ancianos, sino por el humor con que ellos mismos toman los achaques de su edad, o el modo en que la sociedad los ve. Siempre guiados por Elizabeth (Gemma Arterton), la adorable directora de coro, quien y los incentiva a ir siempre un paso mas allá. Elizabeth es el personaje más encantador de la película, una profesora de música que trabaja ad honorem, solo por ver las sonrisas con las que la reciben.
Cuando la enfermedad de Marion se complica, Arthur debe enfrentar la vida solo, tratar de recuperar la relación con su hijo, y ese coro al que detestaba termina jugando un papel muy importante en su recuperación, al igual que Elizabeth, con quien entabla una hermosa amistad.
La película es una verdadera comedia dramática, con un tema central tan trágico como una enfermedad terminal, y con personajes que a pesar de todo creen que una actitud positiva y el amor hacia los demás pueden cambiar las cosas. Por momentos cae en algunos lugares comunes, es un tanto melosa, y el final es esperable. Pero las actuaciones son buenas que esos detalles no molestan demasiado. La relación entre los personajes de Terence Stamp y Christopher Eccleston esta construida de modo sublime.
Con excelentes actores el director construye un gran drama, pero al salir del cine, extrañamente, estamos contentos.