Luego de tantas postergaciones por parte de la distribuidora Walt Disney Pictures, finalmente se estrena en nuestras salas "La Extraña Vida de Timothy Green", un film cuyo argumento es raro, pero en el buen sentido, ya que posee un alto componente mágico y una estructura atemporal.
Escrita y dirigida por Peter Hodges ("Dan en la Vida Real"; "Fragmentos de Abril"), sobre una historia original de Ahmet Zappa, la película se desarrolla en Stanleyville, un pueblito ficticio en los Estados Unidos (la capital de los lápices del mundo), y nos relata la historia de un matrimonio felizmente casado y que no ve la hora de formar una familia.
Ellos son Jim (Joel Edgerton) y Cindy Green (Jennifer Garner), quienes -a lo largo de toda la película- se encuentran en la oficina de una agencia de adopción tratando de convencer a la asistente social (papel interpretado por Shohreh Aghdashloo) que ellos son dignos de ser padres adoptivos (ella no puede concebir). Los fundamentos de la pareja se basan en la experiencia vivida con Timothy (destacado desempeño de CJ Adams).
Nosotros, los espectadores, somos testigos de lo que los Green le van contando a la responsable de las adopciones y es que, tras recibir la noticia de que definitivamente no podían tener un bebé, se dieron por vencidos pero no sin antes imaginar cómo sería su supuesto hijo (honesto, con dones para el arte, especialmente el dibujo y la música, el que anotará el gol ganador en un partido de fútbol, etc). Una noche, esas cualidades, las plasmaron en diversos papeles y las colocaron en una caja de madera que enterraron en la pequeña huerta de vegetales de Cindy.
Tras una tormenta pasajera, un niño de 10 años se les aparece súbitamente en la puerta de su casa. Así, prácticamente de la nada, el matrimonio tiene un hijo con una curiosa característica que lo hace tan diferente como su llegada a este mundo: él, al igual que las plantas, tiene hojas en sus piernas. Nadie cuestiona nada sobre Timothy, quien impacta y cambia la vida de la dupla protagóica y las de todos los que los rodean: el padre de Jim (David Morse); la hermana de Cindy (Rosemarie DeWitt) y su jefa en el museo de los lápices (Dianne Wiest).
En esta especie de cuento de hadas (por momentos divertido y por momentos tierno y emotivo), el niño representa una metáfora y es quien les enseña a Jim y a Cindy a ser padres y amar como tales. Ellos son una familia inusual que emerge, planta -literalmente- la semilla de la esperanza hasta madurar como una unidad familiar mientras la historia se desarrolla.