Para muchos franceses, La familia Bélier fue como un bienvenido regalo de Navidad. Una comedia familiar con todos los ingredientes que se esperan de lo que los norteamericanos llaman feelgood movies: producciones que contagian sentimientos agradables, prefieren apuntar a los aspectos más amables de la realidad y destacar sus costados más luminosos, transmitiendo mensajes positivos y esperanzadores. Sobre todo si en sus historias hay quien es capaz de enfrentar con fortaleza de ánimo y confianza indeclinable todos los obstáculos que le ha presentado la vida, y superarlos. Es parte de la convencional fórmula conocida, pero debe reconocerse que ha sido aplicada con apreciable mesura.
Para los Bélier, por ejemplo, la sordera que padecen tanto los padres como su hijo adolescente no ha significado un impedimento para llevar adelante el pequeño establecimiento de campo en el que crían ganado y elaboran quesos y tampoco para despertar en el jefe de la familia alguna ambición política: disconforme con el desempeño del alcalde, está dispuesto a presentarse en las próximas elecciones, aunque para ello deba recurrir al auxilio de su hija de 16 años, que no sólo habla y además domina la lengua de señas (por lo que resulta la intérprete ideal para sus padres y su hermano), sino que acaba de descubrir que está extraordinariamente dotada para el canto.
Este inusual talento -descubierto por un simpático profesor fanático de Michel Sardou, que quiere llevarla a concursar en París- puede acarrear algún problema para los Bélier, que son muy unidos y dependen de la chica para mantenerse en contacto con los vecinos y también con su clientela. Pero donde hay tanto cariño y tanta solidaridad como en esta familia ningún tropiezo es insalvable.
Sencilla y generosa en situaciones y diálogos en los que no falta el humor (el profesor de canto que anima Eric Elmosnino aporta una buena dosis) y medida a la hora de apuntar a las emociones, la comedia tiene apoyo sustancial en un elenco admirablemente seleccionado. Si Karin Viard y François Damiens resultan especialmente encantadores como los dueños de casa, debe destacarse especialmente el brillo que aporta -como cantante y como actriz- la jovencita Louane Emera, ella misma surgida en 2013 de un certamen de televisión: el ciclo The Voice: la plus belle voix. "Maladie d'amour" y otras difundidas melodías de Michel Sardou, cuya popularidad en el mundo francófono se mantiene viva todavía, añaden algún atractivo nostálgico a la banda sonora.