Ópera prima de Gonzalo Mellid, La forma del bosque es una película de terror que apuesta a lo sensorial a través de climas siniestros que tienen como escenario un bosque oscuro y misterioso. Lo sugerente y lo siniestro prevalecen en una historia que sobre todo gira en torno a la idea de proteger aquello que queremos.
La película empieza con una narración en voz alta: un hombre (protagonizado por el asiduo al género Chucho Fernández) que le narra a sus nietos con los que vive historias ancestrales sobre un bosque que parece tener vida propia, defenderse, que ataca sólo cuando es atacado, al que hay que respetar y cuidar para poder vivir en armonía. Explica bastante de aquello de lo que se va a tratar la historia con un prólogo que nos adentra en una especie de cuentito. Allí se empieza a vislumbrar también cierta idea de mensaje ecológico en la que nunca se termina de profundizar pero que está latente.
Después de ese prólogo la historia se divide en tres capítulos. El primero pone en el centro a otro personaje: un hombre solo y abatido por la muerte de su pequeño hijo, situación que se nos va revelando de a poco a través de detalles. Este hombre deprimido decide ingresar al bosque, quizás en busca de alguna respuesta o reclamo, y allí se encuentra con el fantasma de su hijo que tal vez no sea ya su hijo porque la sensación que prevalece es la del mal personificado.
Por otro lado, el abuelo siempre les advierte a sus nietos que se cuiden entre ellos y que no permanezcan solos en el bosque. También los inculca a comer sano sólo lo que ellos cosechan, cosa que pone de malas al muchacho que empieza a sentir curiosidad por comer otra cosa, algo así como carne. Como si fuera poco no logra conectarse con su hermana, una niña muda que sólo se expresa a través de dibujos.
Ambas líneas argumentales confluirán cuando el bosque sea quien haga su reclamo tras una situación en la que se derrama sangre. A esta altura se destaca Chucho Fernández como el abuelo capaz de darlo todo por proteger a la única familia que le queda. Allí también aparece una Magui Bravi que pasa de la sensualidad a lo aterrador en cuestión de minutos (con un desnudo que parece gratuito al ser por lo visto el único personaje que necesita de él).
La resolución tiene alguna sorpresa y cierra la película de manera satisfactoria la historia que se quiere contar. Sin embargo en el medio, en su afán por apostar a la atmósfera siniestra y al misterio la película se torna más bien repetitiva. Incluso hacia el final se repite casi por completo parte del prólogo intercalado con algunos diálogos que ya escuchamos y lo torna sobreexplicativo.
A nivel estético y técnico, la película se presenta como una apuesta arriesgada y lograda, por momentos demasiado prolija. Pero un guion flojo al que las buenas actuaciones no pueden aportarle mucho más la convierte en una idea interesante que no consigue desarrollarse de manera favorable.
Escrita por el propio Mellid, La forma del bosque es una ópera prima ambiciosa y arriesgada que, como sucede bastante con el cine de los Onetti (Nicolás Onetti es uno de los productores) parece apostar por un estilo de cine de terror extranjero, casi universal, pero que parece replicar más que interpretar.