Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigen este segundo documental (tras "Cracks de nácar"), esta vez enfocado en un lugar muy particular: las Islas Malvinas. Pero así como al pensar en ellas, sobre todo al ser argentinos, uno piensa inmediatamente en la guerra con Inglaterra que tuvimos por ellas, lo primero que vemos en la película es una leyenda en la que nos ubica políticamente en situación, nos pone al tanto de lo más importante, pero luego aclara “Esta película no es sobre la guerra”.
En realidad, este documental es sobre la tesis, que consiste en su propio documental también, que Julieta Vitullo hace sobre estas islas tan especiales. Es cierto que al poner en foco también a dos veteranos a lo largo de prácticamente toda la película el tema de la guerra está ahí, es necesario esperar un poquito más, ser testigos de diferentes historias para llegar a la verdadera, que es la que da la razón de ser al documental.
Con esta estructura tan particular (que salta del 2006 al 2010) es que se desarrolla esta película de la mano de recuerdos, entrevistas y anotaciones, literatura y cine combinados. Es cuando llegamos a la última parte que terminamos de atar cabos, de relacionar diferentes tipos de pérdidas a los que se hizo alusión durante de un modo diferente, y de entender el porqué de la necesidad de volver a ese lugar que tuvo su protagonista.
Ella tenía que cerrar una historia, tenía que volver, aunque no pudiera cambiar el final por uno ficticio. Diferentes personajes que afrontan sus traumas como pueden, en el particular marco de estas islas que son mucho más que una porción de tierra sobre el mar. Es un sitio con un clima horrible, pero del el que la gente que vive ahí no se quiere ir. “Hay que ser muy particular para vivir acá”, dice alguien en uno de los testimonios.
Es que es un lugar remoto que no puede evitar estar atravesado por una guerra que dejó secuelas, como cada pérdida lo hace en la vida de cada persona. Una mirada distinta, personal, menos esquemática y llena de emoción. Un documental que no sólo aporta al género, sino a la historia de un lugar que está tan lleno de historias, valga la redundancia.
Un film honesto, crudo en su registro, con un sonido ambiente que puede ensordecer, pero que funciona como una especie de sanación para su protagonista, que necesita ver este lugar esta vez con otros ojos, porque lo hace con otra experiencia vivida.