De la imagen intangible
Luc Besson ama a la mujer, indiscutiblemente. Es un director que, a lo largo de su filmografía, se ha encargado de elevar la imagen femenina a un ideal inalcanzable, incorruptible, tanto en la ficción como en sus dos biopic: Juana de Arco y su último trabajo, La Fuerza del Amor. Sin embargo, su cine de estética estilizada (no quiero usar la palabra esteticismo porque no aplicaría del todo), con cierto aire kitsch -mucho más presente en trabajos anteriores-, funciona perfectamente en la primera, dada la distancia histórica que obliga el cine épico, pero en La Fuerza del Amor le juega en contra. Primero, porque estamos ante una historia que nos toca de cerca pese a las distancias. Birmania sufrió una dictadura que se prolongó durante 40 años y Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh, El Tigre y El Dragón) fue quien se enfrentó al poder dominante, trayéndoles la democracia. Salvando las obvias diferencias históricas, me atrevo a decir que estamos ante una suerte de Evita Birmana, algo que La Fuerza del Amor parece expresar con el plano de la salida de la líder al balcón para su primer discurso. Dicha escena es comparable con la del musical Evita de Alan Parker. El problema es que esta puesta en escena artificial atenta contra el film por la contemporaneidad del suceso que obliga a un realismo más tangible...