Aquellas pequeñas cosas…
Un signo innegable de que una temática ha llegado a la saturación -en términos retóricos y estrictamente cinematográficos- es la aparición de opus que analizan particularidades hasta ese momento obviadas o que profundizan alguna arista con mayor ímpetu, en relación a lo que ha sido trabajado en el pasado. Las secuelas de la lucha armada de la década del 70 y la locura homicida del Proceso de Reorganización Nacional fueron y siguen siendo uno de los tópicos preferidos del séptimo arte en nuestro país, un recorrido que tuvo diferentes “fases” según el período considerado y a partir del advenimiento de la democracia: durante los 80 pulularon las realizaciones de denuncia explícita de las atrocidades, en los 90 dominaron los films filtrados por el minimalismo del Nuevo Cine Argentino, y los últimos tres lustros estuvieron marcados por un lento agotamiento vía una multiplicidad de obras tangenciales.
La propuesta que hoy nos ocupa, el documental expositivo La Guardería (2015), es otro interesante eslabón dentro de esta cadena reciente, que hasta nos permite olvidarnos un poco de la susodicha saturación gracias al hecho de que la película en su conjunto funciona como una suerte de complemento luminoso de Los del Suelo (2014), aquel otro análisis -en este caso, a través de la ficción basada en sucesos verídicos- acerca de las estrategias de los grupos de resistencia para salvaguardar/ preservar a sus familias de los posibles embates de la dictadura, siempre propensa a utilizar cualquier recurso para apresar, torturar y asesinar a los representantes de organizaciones sociales y políticas. Como el título lo indica, el núcleo central del relato es una guardería instalada en La Habana por las huestes de Montoneros para proteger a los hijos de sus miembros mientras los padres estaban ocultos en Argentina.
Quizás el elemento más atractivo de la ópera prima de Virginia Croatto, una productora que se pasó a la dirección, es el excelente trabajo en el campo del montaje, una tarea que ella misma llevó a cabo a la par de Lucas D’Alo: el desarrollo combina con inteligencia y muy buen timing las clásicas entrevistas a los protagonistas de tamaña faena con superposiciones animadas de fotos, filmaciones, dibujos de los pequeños y distintos tesoros del material de archivo de la época, redondeando un retrato intimista de lo que fue la convivencia forzada entre chicos con una identidad familiar en común, la cual incluía todos los ideales de la liberación nacional y el fin de la explotación capitalista. Entre 1978 y 1983 más de 30 niños estuvieron al cuidado de un puñado de adultos y compartieron los sueños de una izquierda peronista que pasó a la clandestinidad, un lapso intenso que marcaría su vida de allí en más.
El problema principal de La Guardería radica en que -en el fondo- no aporta demasiadas novedades a lo ya examinado en otros opus similares, más allá de la anécdota de base y sus implicancias previas y posteriores (entre el golpe y 1978 los militantes estuvieron exiliados en Europa y con la vuelta de la democracia, al regresar a la Argentina, descubrieron que la lucha se había licuado casi por completo y que no eran muy bien recibidos que digamos). Los puntos a favor se concentran en el impecable acabado formal del documental, en el que también debemos destacar la maravillosa música de Nicolás Sorín. La realizadora privilegia en todo momento una perspectiva humanista bastante simple que nos conduce desde la ingenuidad infantil hacia el sinsabor y las añoranzas de la adultez evitando en parte los lugares comunes del tópico, vinculados a los paralelismos oportunistas con el presente…