El pasado 28 de julio se estrenó en salas – y sigue en cartel – el primer largometraje del director coreano Kwang – Bin (41), quien en 2011 estrenó su ópera prima como director y también guionista, el cortometraje Modern Family.
En esta ocasión, el director expone la crueldad a la que son sometidos los niños y las relaciones reprochables y violentas entre padres e hijos. En esta línea es que se narra la historia de Sang-won y su hija Ina. Tras un trágico accidente en el cual ambos perdieron a su esposa / madre respectivamente, padre e hija se mudan a una casa nueva, en la cual Ina comienza a comportarse de forma muy extraña y días más tarde desaparece sin dejar rastro.
Derrotado por la desaparición misteriosa de su hija, Sang-won decide recuperarla. El elemento clave en este filme transcurre puertas adentro de un armario, objeto que el cine de terror ha utilizado en más de una oportunidad y que sin embargo sigue resultando efectivo. Con la ayuda de un exorcista que se presenta ante la casa de Sang-won al enterarse la noticia de la desaparición de su hija, y que se encuentra vinculado a la causa por una historia personal, la película comienza a tejer la trama a través de la cual el padre deberá enfrentarse con el mal para recuperar a su niña.
La película logra momentos muy atinados y genera climas que escapan al cliché habitual de este tipo de historias. Si bien algunos elementos previsibles se acentúan sobre la mitad, el desenlace y sobre todo el mensaje, o mejor dicho, la denuncia que el director plantea en La habitación del horror propone una reflexión cruda pero valiosa.
Los jumpscares, los movimientos frenéticos de cámara, y el trabajo con el sonido extradiegético se encuentran presentes y bien utilizados en relación a lo que el director se propone contar. La habitación del horror no desentona y es una opción de terror oriental que no defrauda al enmarcar al proponer como argumento principal el maltrato infantil y el abandono de los hijos.
Opinión: Buena.